Las fuentes naturales fueron en su día un recurso importante en el campo majorero. Para dar de beber al ganado durante el pastoreo, o para llevar agua a las casas si los aljibes estaban secos. Aun siendo Fuerteventura una isla árida, la geografía insular está plagada de ellas, pero el abandono del campo, y la transición del pastoreo a una ganadería más intensiva, está poniendo en peligro la pervivencia de este recurso.
Al pie de la Fuente de Tababaire, en Vallebrón (La Oliva), contemplando la Casa de los Coroneles desde la altura y la lejanía, el monitor ambiental José Antonio Vera Lima explica que "Fuerteventura alberga un montón de fuentes, también en zonas altas como esta. Hace unos años, se hizo un censo donde se contaron unas 370 fuentes. Pero van desapareciendo poco a poco. Todavía queda algún que otro pastor que las necesita, y ahí es donde se mantiene la fuente, o donde algún municipio ha tenido la delicadeza de rescatarla, como en este caso".
"Sin agua no hay vida", reflexiona José Antonio Vera. En su labor profesional para el Cabildo de Fuerteventura, y por placer personal, el monitor ambiental se ha pateado la isla entera y es un gran conocedor de la vegetación y los recursos que el medio natural ofrecía al pueblo majorero. Antiguamente, si en un momento determinado no llovía en abundancia, "había que llevar los ganados a la fuente, porque se acababa el agua que teníamos en las casas. Yo eso yo eso lo llegué a vivir", recuerda.
En la Fuente de Tababairse se conserva una distribución y una estructura que hablan del uso que se le daba al manantial. Abajo, al pie de la ladera, "está la estructura de un antiguo corral, o una pequeña gambuesa, probablemente para dejar a los animales de carga, y se subía a transportar los garrafones". Y detalla José Antonio Vera también como dos de las estructuras están tapadas para hacerle sombra al agua, evitando que criaran bichos y que los animales la contaminaran. Luego hay otra fuente descubierta, donde entraban los animales a beber.
Ese uso tradicional se interpreta perfectamente en este enclave, que abastecía a los habitantes de La Oliva y Vallebrón. Se dice incluso que en los momentos de necesidad, la gente subía de madrugada para poder abastecerse, porque el manar del agua es un proceso lento, y se formaban colas y se generaban conflictos por los turnos. Y entre las dos dedicadas a las personas, "una de ellas, se dice que era de uso exclusivo de La Casa de Los Coroneles".