Tomar tiempo para poder repasar los días transcurridos y hacer balance, puede ayudarnos a descubrir ese encuentro con uno mismo y renacer con nuevo entusiasmo; puesto que, la propia providencia vivencial nos ofrece sus enseñanzas, para hacernos crecer como los árboles y madurar como sus frutos. Sin duda, necesitamos de esa sinfonía vivencial para ordenar nuestros pasos por aquí abajo. Desde este perspectiva, y teniendo en cuenta que todos los andares nos reconducen a interrogarnos, es cómo podemos propiciar ese cambio liberador que las entretelas requieren, ante un mundo cada vez más cruel, incapaz de respetar los derechos humanos.
Tenemos que buscar otras artes para combatir la opresión y emancipar a esas gentes esclavizadas. Son tantas las injusticias actuales que debemos unirnos para combatir la multitud de formas de sometimiento inhumano que nos acorralan. Nos merecemos otros abecedarios más soñadores, y aunque a veces no hay nada tan substancial como las evocaciones, esta perversión nos desvincula y nos separa, para perpetuar la cadena de dominadores y dejarnos sin alma. Por consiguiente, es crucial que hagamos un alto en el camino, nos levantemos y defendamos los principios de igualdad y dignidad, inherentes a toda existencia humana. No hay mayor dolor que dejarnos despojar de nuestra innata identidad.
Aprendamos a reprendernos. Los recuerdos son parte de nuestra riqueza. Utilicémoslos para revivirnos reconciliándonos. Dejemos de avivar el lenguaje del odio. Cultivemos el amor para combatir el discurso de venganzas que tanto proliferan a diario por todos los ambientes mundanos. La prioridad es entenderse para avivar la cohesión social, que es lo que nos armoniza. No podemos continuar alimentando la violencia. Ese mundo que discrimina nos tritura como un objeto más, nos está dejando sin fuerzas para intensificar nuestras respuestas. Debemos, pues, impulsar otras semánticas de pertenencia más níveas y esperanzadoras. La jurisdicción a una familia, la condescendiente al espíritu y al cuerpo, debe estar protegida para todos.
En consecuencia, no me agrada este vivir que nos amortaja internamente, tampoco las palabras que nos desaniman y nos cortan las alas, es hora de proclamar otras expresiones más auténticas, basadas en la ausencia de temor y en la verdad; obra de la justicia y del amor fraterno. Busquemos el momento para repensar, para discernir lo que tengo que hacer ahora, cuál es el camino correcto y cuál es el equivocado, pues las decisiones tomadas son las que marcan nuestros trayectos vivenciales. Para comenzar, puede ser buen propósito, el volverse dócil, sabiendo que yo sé que existo porque tú me consideras, estoy en tu recuerdo, que al fin vale más que todo el oro del orbe.
Seguir los consejos del corazón es un modo de no traicionase y encarar el futuro. Por si fueran pocos los recuerdos, ahí están los archivos audiovisuales inmortalizándonos historias sobre la vida de todos y las andanzas. Desde luego, esto representa una herencia inestimable, una afirmación de nuestra memoria colectiva y una valiosa fuente de conocimiento, ayudándonos a comprender el hábitat que todos compartimos y que requiere de un hacer colectivo, sin tantos egoísmos ni miserias humanas, que nos corrompen, hasta dejarnos sin aliento.
Indudablemente, es el momento de la transformación, es el instante preciso y precioso para evolucionar en la relación de la humanidad con la naturaleza y la relación entre los seres humanos. Recordar que lo recibido hasta ahora, puede ayudarnos a esa metamorfosis imprescindible, para dar sentido a lo vivido como seres pensativos, haciendo humanidad como estirpe que nos eterniza y enternece.