En estado de shock, así nos quedamos mucha gente tras conocer la gravedad de lo ocurrido durante el Debate de la SER, dirigido por Ángels Barceló, en el que estaban presentes cinco de las seis fuerzas políticas con representación parlamentaria que concurren a las elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid el próximo 4 de mayo. Todas menos el PP cuya cabeza de lista, Ayuso, ya había anunciado que no iba a participar.
El debate comenzó con mucha tensión desde el minuto cero, convirtiéndose en un debate fallido que no obstante sirvió para que una parte de la población viera, ya sin máscaras ni paños calientes, el verdadero rostro del fascismo. Un fascismo que en los últimos años se ha ido alimentando y blanqueando, jaleado por una parte de la población y con el silencio cómplice de otra, que miraba hacia otro lado mientras que “el huevo de la serpiente” que se ha estado incubando con total impunidad, ahora eclosiona y nos estalla en plena cara mediática, sin ningún tipo de pudor, dejando estupefactos y sin saber qué hacer ni qué decir a una gran parte de la población que mira atónita el espectáculo.
La cosa no queda ahí, las reacciones, algunas demasiado lentas, dejaron en evidencia la perplejidad y falta de reflejos de quienes no estaban entendiendo la magnitud de lo que estaba ocurriendo, que esto no iba de una bronca entre Monasterio e Iglesias, que lo que se estaba cuestionando, ya sin caretas y a “cara de perro” por la la representante del partido de la ultra derecha fascista, es el propio modelo de sociedad en la que queremos vivir y por la que tenemos que optar, porque ya no valen medias tintas. Citando palabras textuales que la periodista Pepa Bueno nos ha dejado en su programa “o se está con los demócratas o se está con los fascistas”.
Así lo entendieron también Ángel Gabilondo y Mónica García, cuando -quizá un poco tarde pero a tiempo de dejar clara su posición- decidieron seguir los pasos de Iglesias y abandonar el debate.
Ahora bien, a este impacto inicial por lo ocurrido en el que ya será el último debate de esta tensa campaña, hemos de sumar la indignación posterior ante la lamentable y vergonzante posición de algunos partidos y medios de comunicación que, con sus ejércitos de opinadores profesionales y tertulianos varios, han intentado volver a blanquear la infamia de la Sra. Monasterio y el partido que representa, osando plantear el asunto en términos de “equidistancia” , como una consecuencia derivada de posiciones extremas, como si fuera lo mismo el matón que amenaza asesinar con balas, que las víctimas que denuncian los hechos y piden protección ante el peligro que corren sus vidas.
No, no es lo mismo, señores y señoras de las derechas y de las tertulias varias, no es lo mismo y no cuela, la cosa no va de “extremos” y ante las amenazas de muerte, ustedes lo saben, no cabe equidistancia ninguna, plantearlo así, no solo es una indecencia y un intento a la desesperada por seguir blanqueando algo tan oscuro y podrido como el fascismo, es un insulto a la inteligencia y a la dignidad humana.
Hechos tan graves nos permiten sacar algunas conclusiones que afectan a la campaña de Madrid, pero no solo, porque el monstruo ha enseñado algo más que la patita y ahora ya vemos su verdadero rostro sin trampas ni cartón, la extrema ultra derecha y quienes les apoyan han quedado más que retratados. Sus políticas incendiarias, de odio, racismo, xenofobia, aporofobia, negacionistas de la violencia de género, contra el feminismo, la diversidad LGTBI, y cualquier diversidad que no encaje en su modelo de pensamiento antidemocrático, despótico y neonazi son las que, sin remilgos, han dejado ver en esta campaña.
No solo invitaban a irse a Pablo Iglesias de un debate, no solo a él quieren expulsarlo de la vida política -si pudieran también del país, y de la propia vida- somos más quienes nos quieren expulsar o eliminar, somos 26 millones de personas las que les sobramos: “No queda más remedio que empezar a fusilar a 26 millones de hijos de puta" decían hace unos meses en en un chat de militares de esa misma “extrema ultra derecha” fascista, nostálgica de la dictadura.
El lado positivo de todo esto es que no solo somos más, es que también somos más que ellos, que no tienen balas suficientes para enviarnos cartas a todas y todos, y que la gente empieza a tomar conciencia y despertar del letargo, que frente a las muchísimas voces de gentes y medios que se movían entre cierta ambigüedad -jugando a la equidistancia- y con deliberada hipocresía porque todo valía contra Podemos, hoy son muchos los artículos y opiniones que por fin lo dicen claro, esto va de fascismo o democracia, y se está de un lado o se está de otro.
Y no, ni todos los partidos son iguales, ni se puede tener la poca vergüenza de culpabilizar a las víctimas de las amenazas, por el mero hecho de ser víctimas, y ponerlas al mismo nivel que a los fascistas que amenazan de muerte con balas de verdad.
No, esto no va de extremos, esto va de democracia y de la necesidad urgente de denunciar al fascismo y a quienes lo han estado alimentando o ignorando pensando que esto no iba con ellos. La historia es muy obstinada y se repite en bucle, cuando miramos hacia a otro lado pensando que los tentáculos del fascismo -y de los poderes fácticos que se esconden detrás, lo promueven y sustentan- nada tienen que ver con nuestras vidas, que no nos va afectar.
Aviso a navegantes, volvamos a leer el poema de Martin Niemölle en una de sus versiones:
“Primero se llevaron a los judíos,
pero a mí no me importó porque yo no lo era.
Luego arrestaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Más adelante detuvieron a los obreros,
pero como no era obrero, tampoco me importó.
Luego detuvieron a los estudiantes,
pero como yo no era estudiante, tampoco me importó.
Finalmente detuvieron a los curas,
pero como yo no era religioso, tampoco me importó.
Ahora me llevan a mí, pero ya es tarde”.
Mucho cuidado con la historia, si no la aprendemos, tiene la mala costumbre de repetirse.
Nos han puesto el dedo en la llaga, y como decía Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.
Toca posicionarse, fascismo o democracia, miren por donde este sí va ser el verdadero lema de esta campaña.