He podido comprobar en carne propia una de las paradojas asociadas al desempeño de un cargo público. En mi caso, ha tenido muchísima más repercusión en los medios de comunicación mi ingreso en el Hospital General Dr. José Molina Orosa de Arrecife asociado al hecho de mi vacunación. Lo noticiable fue que interviniera varias veces en las tres últimas semanas en la Mesa del Senado desde el hospital y no lo tratado en la misma. En fin, es lo que hay.
Ahora que me han dado el alta médica, vaya por delante que siento la alarma que haya podido ocasionar la noticia sobre mi hospitalización, al difundirse que el secretario primero de la Mesa del Senado “se encuentra hospitalizado después de haber sido vacunado contra la Covid-19 con la primera dosis de AstraZeneca”. En realidad, coincidió la primera dosis que recibí de la vacuna con un viejo cuadro clínico que padezco, lo cual generó cierta confusión al principio. Todo está bien, así que aprovecho para dar sinceras gracias a todas las personas que me han escrito o llamado para preocuparse por mí e interesarse por mi salud, y para recomendar a todo el mundo que se vacune, siguiendo las indicaciones de la ciencia y las autoridades sanitarias. También deseo una pronta recuperación a mi compañero de habitación, Don Agustín Peraza Pérez, de Los Valles, Teguise.
Pero, a lo que iba. Es la segunda ocasión en mi vida que paso largo tiempo ingresado en un hospital público y me ratifico en las profundas certezas que obtuve en su día, hace justo 18 años. Son dos. La primera es que nuestro sistema nacional de salud es muy robusto y genera confianza entre los usuarios, a pesar de los trágicos recortes a los que fue sometido por parte del Gobierno del Partido Popular después de la crisis de 2008. La segunda convicción es que la fortaleza de nuestro sistema público de salud reside, sobre todo, en los hombres y mujeres que lo integran.
La sanidad pública ha sido uno de los servicios más afectados por la crisis de 2008, y se estima que entre 2011 y 2015 sufrió un recorte de 10.000 millones de euros. Como consecuencia de estos recortes económicos, se ha producido una importante reducción de personal que ha tenido graves repercusiones en el funcionamiento del sistema, como el cierre de camas y quirófanos, o el incremento de las listas de espera. Pero, a pesar de las enormes dificultades, la profesionalidad, la entrega y el trato afectuoso del personal sanitario se han mantenido intactos, un personal que ante tanta adversidad te da cariño, mucho cariño.
Nuestro personal sanitario es extraordinario, desempeñe la labor que desempeñe, sin distingos ni categorías profesionales, incluidos nuestros estudiantes de Enfermería. Son personas increíbles que te llegan hondo en el momento en que te pones en sus manos cuando te sientes desconcertado y vulnerable. Me desborda la gratitud, pero, sobre todo, me reafirmo en mi compromiso ético y político en defensa de la sanidad pública, de modo que recupere cuanto antes una adecuada financiación para garantizar la universalidad, la gratuidad, la calidad y la seguridad de sus prestaciones. Ojalá los aplausos de las 20:00 horas sigan sonando todos los días de nuestras vidas, porque se los merecen. Un millón de gracias.