Días pasados, viendo el noticiario, estaba escuchando un debate sobre la pobreza en nuestro país. Entonces, es cuando uno se baja de la parra, como vulgarmente se dice, y choca con la triste realidad. Y es que la pobreza estaba ahí, pero para muchos era como algo invisible. En cuestión de días, debido a la pandemia del coronavirus, se han multiplicado, en las calles de varias ciudades, largas colas de ciudadanos, recabando ayuda sólo para comer…
Evidentemente, estas filas son nuevas, pero no el problema que las origina, ya que, en España, una de cada cinco personas viven bajo el umbral de la pobreza y una de cada cuatro está en riesgo de exclusión social. En tal sentido, millones de personas llegan a duras penas a fin de mes y algunas ni eso. Y sin embargo, paradójicamente, formamos parte de la cuarta economía de la Unión Europea y, cuando a la vista de tal situación, el Gobierno de España pretendía - en Consejo de Ministros – aprobar el salario mínimo vital, precisamente, para esas familias, algunos lo tildaban de “paguita”…
Según la OCDE, quienes constituyen el 1% más rico de España, acumulan el 8% de la totalidad de las rentas. Por tanto, si en España, hay unos 47 millones de habitantes, eso significa que unos 470.000 individuos se reparten el 8% de los beneficios globales. Pero no se apuren: la cosa es mucho más llamativa en otros lugares, sobre todo en los EEUU de Donald Trump, donde ese 1% acapara hasta el 20% del total. Hace 40 años, sólo poseía en torno al 8% de la riqueza; así que ya ven lo bien que les ha ido en los negocios, durante ese tiempo (o las especulaciones, o quién sabe si la progresiva explotación de sus trabajadores). Por su parte, en el Reino Unido, el famoso 1% ha pasado de atesorar el 7% a casi el 13%, en el mismo periodo, y algo parecido ha sucedido en Canadá y Alemania.
Por último, en cuanto a la OCDE, presten atención: desde 1975, el 47% del total fue para ese 1%, en los EEUU; el 37%, en Canadá; en Australia y en el Reino Unido, el 20% y, en España, “sólo” el 10% del crecimiento fue para ese dichoso 1%. Y la OCDE nos avisa: con la crisis, nuestro país es uno en los que la desigualdad se ha notado más. Y, a propósito de todo ello, el premio Nóbel de Economía (2008), Paul Krugman, nos decía: toda esta pléyade de ricos, no sólo quieren ganar mucho más, sino que, además, quieren pagar menos impuestos y, cuando no, desviar sus fortunas a los llamados paraísos fiscales. Pretenden, pues, no llamar mucho la atención y menos, aún, alardear de su exuberancia y, si puede ser, hacerse “perdonar” sus fortunas, sobre todo aquellos que no las hayan obtenido limpiamente; no quejarse de los impuestos, si son muy bajos, o no mostrarse nunca despreciativos hacia los más desfavorecidos, con alguna que otra ayuda elevada para cualquier fin social y que, así, se resalte luego en los medios informativos, para que se vea cuánta generosidad y altruismo hay en ciertos poderosos y, encima, les estemos “agradecidos”…
En resumen, hemos de ser conscientes que, a la vista de cómo anda el patio, un Gobierno que se precie de progresista, en modo alguno, puede obviar esta palpitante realidad y, en consecuencia, deberá gobernar, sobre todo, con la mirada puesta en la reducción de las desigualdades sociales que persisten en nuestro país y, de este modo, cumpliríamos con la aseveración de Jean J. Rouseau; “La igualdad en la riqueza deberá consistir en que ninguna persona sean tan opulenta que pueda comprar a otra, ni ninguna tan pobre que se vea tan necesitada de venderse”…