En Lanzarote y en otras Islas Canarias miles de jóvenes y mayores se están tomando la pandemia de COVID-19 como un cachondeo porque no respetan el distanciamiento ni tampoco se ponen mascarillas y se aglutinan en sitios públicos como sardinas enlatadas.
Desde febrero, dos meses antes de que entrara en vigor el 14 de marzo el Estado de Alarma, y durante los casi siete meses que llevamos de pandemia, mientras la mayoría de los políticos canarios y peninsulares alegaban que el coronavirus era una enfermedad igual a una gripe común, varios medios de comunicación como son Crónicas de Lanzarote y Lancelot, a través de sus emisoras de radio y páginas web han venido avisando que el COVID-19 no es una gripe común sino una enfermedad unas tres veces más letal que la gripe común.
Desde mi parte también he puesto mi grano de arena con unas cuatro intervenciones semanales a través de emisoras de radio ubicadas en Lanzarote, y con más o menos una treintena de artículos que he escrito y publicado dando consejos sobre información que he venido obteniendo de científicos virólogos de casi todo el mundo.
Con la información que han venido dando los medios privados que he señalado, y otros, más con la que yo he aportado, conseguimos concienciar a la población de Lanzarote y a alguna de otras islas. Y en ello no faltó nunca consejos sobre cómo prevenir los contagios y como no contagiar a otros. Por ejemplo, casi a diario expuse que para prevenir contagios lo mejor que una persona podía hacer era usar una mascarilla, -cuando el Gobierno decía que no era necesario, porque escondía la verdad por causa de que carecía de ellas como para obligar a que todo mundo las usara. En lo mismo aconsejé que no se debía saludar dando besos, la mano ni abrazos; y tampoco hacer el sexo con personas extrañas, etc. Y en todo esto repartí panfletos en varios supermercados señalando el peligro que estaban corriendo sus empleados y clientes por no usar mascarillas. También inventé el sistema de pantallas de metacrilato para cajeras y para otros sitios donde se encarase al público, cuya idea unas dos semanas después se propagó a nivel mundial.
En Lanzarote hemos llegado a trancas y barrancas hasta el presente, donde vemos que la gente está muy confiada creyendo que porque nos hemos mantenido con pocos contagios ya somos Super Men anti-contagios. No más lejos de la verdad, si siguen así -jóvenes y mayores, tomándose la pandemia a la bartola- pronto tendremos cientos de contagios más que nos harán retroceder y nos arruinará el sistema social y económico. Sin ir muy lejos, mediten en cómo se hayan la mayoría de las playas y algunos lugares de ocio donde jóvenes y mayores no respetan el distanciamiento y tampoco el uso de la mascarilla. Amén de los infectados que nos llegan en pateras, barcos y pateras aviones.
Si no cambian de actitud y se hacen más responsables, el sistema social y económico no se recuperará antes de julio 2021, y siempre y cuando se haya conseguido una vacuna.
Lo justo es: Sean responsables los mayores e inculquen responsabilidad a los menores porque estamos ante un gran dilema social y económico. Nuestros mejores clientes, Reino Unido y Alemania, nos han puesto en cuarentena, y mientras no reduzcamos los contagios seguiremos siendo rehenes del virus que no nos dejará avanzar socialmente ni económicamente.
Apostilla.
Después de haber enviado este artículo a varios amigos/as, uno de ellos, el conocidísimo escritor Alberto Vázquez Figueroa, me envió el siguiente comentario:
Días atrás han circulado unas imágenes sobre la reunión a más alto nivel que ha tenido lugar entre los presidentes y máximos mandatario de la Comunidad Económica Europea, todos ellos exhibiendo su correspondiente mascarilla de protección para evitar contagios.
No obstante, con gesto de inusitada estupidez, reían y bromeaban saludándose a base de chocarse el codo con el codo, lo cual va en contra de las normas que ellos mismos han impuesto y que exige una separación mínima de dos metros para evitar contagios.
Mucho más lógico y natural hubiera sido saludarse desde cierta distancia, agitando la mano, tal como han venido haciendo los seres humanos desde los tiempos más remotos.
Cuando alguien se aleja se le despide con la mano; cuando alguien se acerca se le saluda con la mano y lo primero que se espera de un bebe es que aprenda a saludar con la mano, pero quienes tienen la obligación de dar ejemplo con su civilizado comportamiento, parecen tomarse a chacota la salud de sus conciudadanos y entrechocan codo con codo convirtiendo semejante mamarrachada en una peligrosa moda.
¿Quién cuidará de quienes enfermen porque siguieron el ejemplo de sus dirigentes?
Alberto Vázquez-Figueroa