Como sapos encerrados durante años en cajas sin aire han ido saltando papeles viejos, a medida que limpio y destruyo mi archivo. Yo estoy harto de papeles viejos, de fotos descoloridas y de postales antiguas, así que me he ido desembarazando de todo. También de los libros. 9.000 calcula a ojo la bibliotecaria de Garachico, la competente Evelia Suárez, guardiana de la historia de la Villa y Puerto, que acabo de donar a la Biblioteca Pública Municipal. Ya había entregado anteriormente al pueblo las viejas postales que conformaron mis libros, siete u ocho, que intentaron demostrar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Una entrevista con el alcalde y el concejal de Cultura, un acuerdo de la Comisión de Gobierno y el entusiasmo de Evelia, además de la competencia de los operarios municipales, bastaron para que los 9.000 ejemplares, o los que sean, estén ahora depositados en la dependencia correspondiente de la Villa y Puerto. No va a pasar lo mismo que los 5.000 ejemplares que doné al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz y fueron abandonados en un cuartucho del antiguo colegio de los Agustinos, justo en el que yo proyectaba las películas del cine club que creó el padre Lucinio García, excelente persona, excelente profesor, luego exclaustrado y casado y supongo que ya fallecido. Pues ya no tengo archivo, que he destruido casi en su totalidad, ni biblioteca, que he donado en su totalidad. Así que me veo más libre, aunque ahora transitar por mi pequeño apartamento urbano y cómodo sea una especie de tortura china, porque me he quedado con las sobras; y las sobras son muchas. Me he liberado, en una palabra. Cuando uno cumple años le molesta casi todo y por eso cedo para el estudio y la investigación lo que tenía. Yo he cumplido con la sociedad y con mi conciencia.
Publicado en Diario de Avisos