El fútbol está perturbado por jeques y especuladores, que se han apoderado de los clubes. Han sobrevalorado a los jugadores, creando un mercado absurdo que tendría que avergonzar a la gente corriente. Mientras medio mundo pasa hambre, Messi gana 75 millones de euros al año. Digo Messi como digo cualquiera, que como Sergio Ramos gana doce o quince. Da igual. El virus majadero está poniendo las cosas en su sitio en el fútbol y ahora directivos, clubes y jugadores le están viendo las orejas al lobo. Es un agravio comparativo que unos ganen tanto y otros tan poco. Y lo mismo que digo del fútbol lo digo de los dirigentes de los grandes laboratorios, de los genios de Sillicon Valley y de las gigantescas corporaciones. El mundo se ha convertido en algo insoportable, en donde la inteligencia no es la mejor pagada, precisamente. No sé si seré capaz de que ustedes me entiendan, pero donde sólo manda el dinero la felicidad no existe sino para unos pocos. Yo me puedo pasar una noche sin dormir porque pierde el Real Madrid, mientras veo a los suplentes riéndose en la grada cuando contemplan el mismo partido. Yo gano una pensión miserable y los que se ríen en la grada son millonarios. No sé, me parece que la pandemia, indeseada y cruel por supuesto, va a suponer una cura de humildad para muchos que han nadado en la abundancia; pero en una abundancia tan grande que hasta sus biznietos y tataranietos disfrutarán de ella por muy mal que administren sus ganancias. ¿Cómo se puede pagar un traspaso de 300 millones de euros por un futbolista? Esto ya no es deporte, sino otra cosa: un puro negocio, en el que el aficionado es la víctima, por mucho que disfrute ante el televisor. Ya está bien, hay que parar todo esto. Demasiado money, money. Demasiado especulador. Demasiada mierda.
Publicado en Diario de Avisos