Mi hijo de 17 años lo tiene claro: periodismo, sí o sí, muy a mi pesar que he sufrido las consecuencias de una profesión maltratada, demasiada, diría yo, y mis colegas que leen estas líneas saben que no exagero, y de otro si, esta vez condicional, si la economía familiar lo permite.
Elegir la carrera universitaria, el módulo técnico profesional o cualquier otro estudio después de la enseñanza secundaria es una encrucijada que vivimos y viven jóvenes con aspiraciones formativas. La vocación o las habilidades individuales a veces no coinciden con las necesidades del mercado laboral o con las posibilidades económicas de madres, padres o tutores, que no pueden permitirse pagar la universidad, por muy pública que sea, o sufragar gastos fijos de manutención cuando el estudio objeto del deseo es fuera del lugar de residencia.
Ahora, a menos que sea una profesión muy pero muy especializada, nadie tiene asegurado su bienestar, ni siquiera médicos o profesores que en mi época de niño eran figuras situadas en un peldaño superior por la importancia del servicio que prestan a la sociedad. Hoy, con la educación y la sanidad desatendidas, la situación es bien distinta, y hasta el respeto se ha perdido.
“La educación se ha convertido en una mera formación para trabajar. Se forman trabajadores pero no ciudadanos que puedan pensar por sí mismos”, palabras de reflexión crítica al sistema educativo de la escritora y periodista italiana Andrea Marcolongo en una entrevista de esta semana concedida al portal español El Cultural, donde además incide en la tendencia social de separar ciencias y humanidades cuando “la ciencia descubre y las humanidades intentan comprender”.
Recomiendo leer íntegra la entrevista porque Marcolongo, que acaba de publicar el libro ‘Etimologías para sobrevivir al caos’, aborda otros asuntos de interés relacionados con la política, el lenguaje, la educación y su proyección en una sociedad, destaca, en la que la ignorancia se ha convertido en un valor social: “cuanto más ignorante, vulgar, cuanto menos cuidada sea tu manera de hablar, estás más de moda y eres más aceptado.”
El debate en casa sobre la retribución a los periodistas salió por un vídeo de la red social Tik Tok que me enseñó mi hijo que expone lo mal pago que está el ejercicio de la profesión usando gráficos de monedas de euros y céntimos. —Papi, ¿eso es verdad?—, pues sí , qué voy a contestar si en la práctica lo he sentido en dos plazas, Colombia y Canarias, donde además del virus de la precariedad laboral está la vertiente del intrusismo profesional, y sin vacuna a la vista. Cómo mola ser periodista, es guay, cualquier ignorante se enfunda la chaqueta y tira pa’ lante.
Seguramente sobran facultades de muchas profesiones, pero ya sabemos que en el sistema educativo que tenemos basta con tener el requisito previo del bachillerato, superar la nota de corte de las pruebas de acceso a la universidad y cumplir con el pago de la matrícula. Y así, si sobran facultades, cómo no van a sobrar profesionales.
Volviendo al vídeo sobre el periodismo en Tik Tok, provocó debate aplicable a otras profesiones. Hubo quienes apuntaron que escaparían los más competitivos y los mejor formados con el dominio de idiomas, que da la alternativa de emigrar para radicarse en otro país o ser corresponsal en él; quienes desarrollen destrezas avanzadas en nuevas tecnologías o quienes cultiven un pensamiento crítico mirando más a las artes y las humanidades. También hubo estudiantes que deslizaron estar decepcionados y en cambio otros que manifiestan no estar para nada arrepentidos de escoger una profesión que García Márquez tachó como “el mejor oficio del mundo”. Para gustos colores, pero fue el momento para recordar en casa la premisa de padres y abuelos que ante todo buenas personas, seas lo que seas.
Al margen del contenido de este artículo de opinión, agradezco los mensajes de solidaridad que sigo recibiendo de lectores canarios por el escrito de hace dos semanas titulado ‘Colombia, estallido social y represión’, con el que pretendí acercar a Canarias la realidad colombiana en vista de que está bastante distorsionada, dentro y fuera de Colombia, por medios de comunicación al servicio del uribismo, del gobierno de Iván Duque y de sus caciques regionales.
Algunos de esos mensajes me trasladan que desconocían la situación de fondo de Colombia a pesar de haber visto informativos nacionales españoles. Esto me da pie para alertar a mis paisanos colombianos, porque ya detectamos politiqueros canarios, de esos políticos superficiales y adictos a las redes sociales, que han salido dizque a apoyar al pueblo colombiano mostrando banderitas y fotografiándose con los ciudadanos que protestan por las agresiones en Colombia, cuando algunos de ellos pertenecen a partidos de derecha que no han escondido su simpatía por el partido de gobierno Centro Democrático y su principal valedor, el investigado Álvaro Uribe.
En mi artículo dije que echaba en falta una respuesta contundente de los partidos políticos españoles sobre la violación de derechos humanos en Colombia. No se dejen engañar de estos desvergonzados que buscan la foto, buscan el rédito electoral hasta en la más sufrida desgracia.