jueves. 21.11.2024

Presos en la escuela

—Papi, quiero que veas esto conmigo—. Interrumpí una de mis  sesiones de visualización y escucha de música popular en el salón de casa para atender la inquietud de mi hijo, que identificado con el contenido del vídeo ‘Zombies en la escuela’, me invitó a debatir sobre su contenido.

Se trata del análisis de un joven argentino recién egresado de secundaria en 2017 que explica en un monólogo de 9 minutos, frente a público adulto, las razones por las que él y la mayoría de sus colegas no fueron felices en la escuela, el porqué sintieron que el colegio les robaba el tiempo que podían emplear en lo que realmente les gustaba; salir de la jornada lectiva era toda una liberación. 

Antigua y dura reflexión, pero vigente  confrontación de ideas  publicada esta vez en Youtube por la potente plataforma TDEx  (tecnología, entretenimiento y diseño) que fomenta el debate sobre distintas áreas y establece red de contactos profesionales en varios países.

Aunque ya he tratado en este mismo espacio de opinión la necesidad de promover el pensamiento crítico entre los jóvenes a través del arte y  otros aspectos del sistema educativo actual, ensalzando la actitud de profesores creativos que en contraposición a la rutina y el inmovilismo intentan que el alumnado disfrute del y en el aprendizaje, la crítica constructiva y descarada del joven argentino Juli Garbulsky, que suma 1,8 millones de visualizaciones en Youtube, y el interés de mi hijo de 17 años que en breve emprende la aventura de su último curso de bachillerato, me llevaron no solo a realizar una nueva ronda de consultas entre profesores, sino a acercarme un poquito más a razonamientos de la neurociencia educativa que nos explican que la curiosidad y la emoción juegan un papel relevante en la adquisición de nuevos conocimientos.

No es fácil ni para el profesor ni para el alumno aguantar cinco o más horas de clases solo abonados al tedioso hábito de explicar o recitar en la pizarra para que el estudiante copie en su libreta y memorice con la única finalidad de ganar exámenes. Es demasiado aburrido para la juventud que  hoy vive otra realidad y se mueve a otra velocidad, a la de los ordenadores y diversidad de herramientas audiovisuales mucho más atractivas e infinitamente creativas.

Sabía de proyectos alternativos de educación, pero me recuerda una profesora de lengua que los conoce de primera mano, que hay familias en Canarias y en otras regiones de España bien organizadas para  sacar a sus hijos de forma legal del sistema educativo tradicional e inscribirlos en escuelas bosque o escuelas playa que tienen largo recorrido en distintos países europeos. El espacio natural es el aula.

Difícil de entenderlo y aceptarlo, pero es una realidad. Las escuelas bosque son reconocidas en Alemania desde 1993, una oficialidad que les permite formar parte del sistema estatal de ayudas económicas a familias, equiparándolas a centros tradicionales de educación infantil.

El sistema educativo sigue a lo suyo, sometido a los mamma politikós, en España se han tramitado ocho leyes de reforma del sistema educativo en los últimos 41 años. Profesores críticos con el sistema entienden que su mejor aportación es  innovar desde dentro, aunque no siempre tienen el apoyo del cuerpo directivo del centro donde prestan servicios.

Una profe que domina varios idiomas me cuenta que le costó 12 años implantar que sus clases de artes plásticas, vistas entonces como asignatura residual, se convirtieran en un instrumento eficaz para la enseñanza del inglés. Su experiencia fue tan exitosa que compañeros que dictaban otras materias le pidieron que reforzara al alumnado en temáticas de las mismas a través de las artes plásticas.

Hay profesores que se buscan la vida realizando regularmente actividades creativas en el aula y hasta en el patio de recreo, como pueden ser talleres de escritura e ilustración de historietas, sesiones de yoga; también proponiendo dinámicas de grupo que estimulan la visión crítica y el liderazgo y que ayudan al alumnado a descubrir y desarrollar sus destrezas y habilidades, y se agradece, porque es verdad que el momento de decidir la especialización llega tarde, ¿me voy por ciencias o por humanidades?,  a veces ni siquiera hay fundamento o bases conceptuales para elegir.

El chico protagonista del vídeo expone que la escuela se ocupa poco de enseñarles a aprender a pensar y entregarles herramientas para afrontar problemas de la vida cotidiana. Reivindica más oportunidades de elegir y la puesta en común de mayores desafíos del mundo real. Elegir es un verbo recurrente, el simple hecho de elegir el género o el título de un libro objeto de lectura y debate es un paso, sin renunciar, por supuesto, a obras maestras de la literatura como El Quijote o Cien Años de Soledad. El disfrute de la literatura mejora la ortografía y la comprensión lectora, esencial para formarse en cualquier área, sea de ciencias o de humanidades.

Para el profesorado es un reto mayúsculo enseñar a niños y jóvenes encerrados en cuatro paredes. Tienen que luchar a diario contra la distracción, la falta de motivación, la apatía y los teléfonos móviles, batalla extremadamente complicada de ganar. La neurociencia ayuda a los maestros a comprender mejor a sus alumnos y las relaciones existentes entre sus emociones y pensamientos para desarrollar una educación más eficaz.

Los expertos destacan que aprendemos más y mejor en interacción y cooperación social, si vivimos experiencias directas o si dedicamos más tiempo a la música y el arte en general. Cuando el estudiante entiende y participa quiere y tiene ganas de más.

Hay muchos profes que lo hacen en el sistema educativo tradicional y seguramente gracias a ellos (as) la tasa de abandono escolar temprano no es mayor, aunque vaya por delante que el primer responsable de la educación somos nosotros los padres y madres, y nosotros también tenemos la obligación de estimular el aprendizaje creativo de nuestros hijos para que no terminen convirtiéndose en robots humanoides.

 

Presos en la escuela