No es realismo mágico, pero tiene algo de él, porque está pasando, aunque de maravilloso no tiene nada, y sí que es peligroso que normalicemos la percepción cotidiana de posturas o hechos irracionales y violentos por parte del movimiento antivacunas, y peor aún, que demos por sentado la aceptación de estos hechos como verdaderos.
La cantante de folk checa antivacunas Hana Horká murió esta semana después de contagiarse deliberadamente de covid para evitar la vacunación, según desveló su hijo Rek a la BBC.
Y ya en el terreno más cercano, ¡lo que faltaba!, que este mes de enero dos asociaciones negacionistas protectoras dizque de la libertad, o de lo que entienden por libertad, se tomen la libertad de intimidar y amenazar a través de correos electrónicos corporativos a más de 6.000 profesionales de la Sanidad de la Comunidad Autónoma de Canarias que cumplen con su trabajo de vacunar a la población infantil del Archipiélago desde diciembre pasado. El caso fue denunciado por el Servicio Canario de Salud y está siendo investigado por la autoridad policial, lo mínimo que espera una sociedad con dos dedos de frente.
Más allá de que sea una espantada del alto nivel de consenso social planetario existente sobre la necesidad de vacunarse y adoptar medidas básicas de protección individual y colectiva contra el bicho, este bombardeo de amenazas e intimidaciones denota el extremismo galopante del negacionismo más reaccionario.
Si tuvieran vergüenza rostros conocidos del negacionismo mundial deberían salir a rechazar públicamente estos actos constitutivos de presuntos delitos, si tuvieran vergüenza esos pastores y pastoras que suben cada semana al púlpito a intoxicar sobre un problema tan serio como es la pandemia, también deberían hacer un llamamiento a la cordura en su palabra; pero qué vamos a pedir si es que por no salir ni salen los partidos políticos minoritarios y mayoritarios españoles juntos a la calle a repudiar con contundencia este tipo de intolerancia y falta de solidaridad con los sanitarios, pero sí que salen PSOE y PP como perritos falderos a apoyar sin peros las acciones de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en el nuevo conflicto con Ucrania, ofreciendo recursos bélicos e invocando el discurso de la seguridad global y su orden internacional en vez de una clara apuesta por el entendimiento diplomático.
La guerra los une pero la lucha contra la pandemia no, muy a pesar de la desastrosa experiencia facha del peperiano de Aznar en la guerra de Irak y las famosas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron. La pandemia en cambio es un instrumento permanente de confrontación y búsqueda de asquerosos réditos políticos, pero qué vamos a hacer si los impresentables también tienen hueco en la caballerosa sociedad.
Los dos colectivos negacionistas que enviaron los correos masivos despotricando de la vacunación a los menores canarios no solo sostienen que las vacunas contra el covid no son seguras, sino que señalan a los sanitarios como cómplices de un presunto y grave delito contra la salud pública “tanto de índole físico como psicológico”.
Se atreven incluso a solicitar con carácter de urgencia el cese de la “desinformación” y piden dejar de consentir, avalar o permitir en los centros de salud “cualquier acción de inoculación de la vacuna del covid-19 en la población menor de 12 años”. Como si un niño de repente se levantara por la mañana a beber su taza de leche y gofio para irse por su cuenta a un centro de salud a vacunarse sin la compañía y sin el consentimiento de padres o tutores.
En el colofón del panfleto intimidatorio advierten a enfermeros, enfermeras, auxiliares y profesionales en general que de no atender en “dos días” su ultimátum se reservan el derecho “a iniciar y/o promover cuantas acciones legales oportunas contra aquellos miembros del colectivo de sanitarios al que va dirigido este comunicado que incurran en posibles delitos e infracciones contra la población menor de doce años por la inoculación de la vacuna covid -19”. ¡Vaya al carajo!, esto sí que es “democracia”.
Ya decían los sanitarios en el peor momento de la pandemia que más que aplausos en los balcones todos los días y mensajitos y emoticonos en redes sociales, lo que demandaban y siguen demandando son mayores recursos técnicos y humanos y más compromiso político para reforzar el sistema sanitario público y universal.
Estuvieron y siguen estando en primera línea de batalla y encima tienen que soportar ahora amenazas de desagradecidos e irracionales que también tienen hueco en la caballerosa sociedad. No será, señores iluminados, que como dejó dicho el filósofo suizo Henri-Frédéric Amiel, autor del célebre Diario Íntimo, “en salud hay libertad. La salud es la primera de todas las libertades”.