Conocemos aunque sea de referencia a estrellas del deporte y medallistas olímpicos contemporáneos en distintas disciplinas como Rafael Nadal, Usain Bolt, Sergei Budka, Javier Sotomayor, Mireia Belmonte o Simone Biles; Mireia y Simone mujeres de renombre en los Olímpicos de Tokio, pero ya es más complicado que nos suene el yudoca argelino Fethi Nourine, que a sus 30 años no alcanzará ni por asomo el palmarés de los dioses del Olimpo.
Nourine sin embargo salta a la palestra porque en sus primeros días en Tokio decidió abandonar la competición para evitar enfrentarse al israelí Tohar Butbul en la segunda ronda de la categoría de menos de 73 kilos. Si hacemos una valoración más crítica de su decisión, contraviene el espíritu olímpico de diversidad cultural y sana rivalidad, pero no es la primera vez que el argelino pone en portada la causa palestina en una competición de élite, fue en 2019, en el Campeonato Mundial de Yudo, celebrado también en Tokio.
No es novedad el paso de tensiones y confrontaciones políticas y la defensa de territorios en debates dialécticos en hemiciclos y en campos de batalla armada a los campos y pistas deportivas, incluso a las gradas, y con hechos deleznables y hasta atroces, y no es novedad porque el deporte es un escaparate demasiado visible con potentes recursos mediáticos rendidos a sus pies.
Considerando el fuero más personal de Nourine su decisión es respetable. Eso de “no vamos a hacer que se alce la bandera de Israel y no nos vamos a ensuciar las manos enfrentándonos a un israelí”, debe desprenderse de una convicción y de un dolor o rencor muy fuerte porque podríamos suponer que no habría mayor satisfacción que derrotar al oponente, “político”, en un deporte de combate como el yudo, sacando pecho delante del rival ante las cámaras.
El argelino apoyado por la delegación de su país optó por la retirada anulando toda posibilidad de medalla, prefirió quedarse con la medalla invisible de la convicción. Vaya tontería, podría parecernos, pero la ocupación israelí, según denunció recientemente Palestina, suma desde 2004 la presencia de 144 asentamientos ilegales además de la construcción de más de 31.000 viviendas y el aumento exponencial de la colonización, de 415.000 hace 17 años, a 660.000 colonos en 2019, pero lo peor es la estela de muertos y huérfanos que deja este conflicto sin fin con ataques crueles e impunes. ¿Alguien sabe para qué sirven las resoluciones de Naciones Unidas?
Estos datos me llevan a comprender mejor la decisión de Fethi Nourine a pesar del mensaje olímpico de diversidad y multiculturalidad acentuado en Tokio con 204 países en competición.
Y hablando de deporte, de fútbol más concretamente, lo que sí se percibe en España por estos días es el silencio de los cobardes. No han sido pocos los improperios lanzados por Florentino Pérez, presidente del señorial Real Madrid, a exjugadores y antiguos entrenadores considerados buques insignes del club, una oleada de desprecios que hemos conocido gracias a la filtración de unos audios publicados por el portal El Confidencial donde el ‘presi’ se despacha a gusto hasta con periodistas aduladores suyos y bufanderos.
Son tantos los señalados con nombres propios, Casillas, Raúl, Guti, Figo y Cristiano Ronaldo, entre otros, que hasta podemos conformar una alineación de once más suplentes y entrenadores, pero lo extraño es que muchos de ellos, muy valientes, impulsivos y activos en redes sociales y medios de comunicación para responder sobre asuntos deportivos y extradeportivos, ahora guardan absoluto silencio, acojonados, y eso que los hemos visto izando la bandera de la libertad de expresión, que aquí la dejaron a menos de media asta. Frente al poder se empequeñecen de forma vergonzante.
Me dio hasta pena ver a Figo en el descanso del partido de leyendas contra el Barcelona, en Israel, cuando una periodista le preguntó por el caso Florentino y el pobre con cara de cochinillo sentenciado solo dijo que el magnate lo había llamado para pedirle disculpas por aquello de que “Figo jode el vestuario” y tacharlo además de “hijo de p…”, por tanto el portugués lo da como “un asunto cerrado”. La tabla de medallas a la dignidad se quedó en blanco.