En el significado oculto de los números, el 13 está asociado místicamente a la mala suerte, aunque también existe una lectura más positiva de la numerología que habla de cambio o transformación. Trece son los años que cumple, el próximo 10 de noviembre, la célebre frase que el entonces rey de España y jefe del Estado, Juan Carlos I, espetó a Hugo Chávez, en la XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile. El presidente y a la vez jefe de Estado de la República Bolivariana de Venezuela, sí elegido en las urnas.
En esa cumbre salió a la palestra el nombre de uno de los protagonistas de la famosa foto del trío de las Azores. Por otros motivos, Chávez tildó de fascista al expresidente español José María Aznar (PP), Rodríguez Zapatero (PSOE) como presidente del Gobierno de España, aunque marcando distancias ideológicas con Aznar, exigió respeto para él advirtiendo que había sido elegido por los españoles, y Juan Carlos I, dirigiéndose a Chávez, en un momento del debate, irrumpió con la famosa expresión “¿por qué no te callas?”.
Ha llovido mucho desde ese episodio de 2007 que situó al rey casi que como un héroe internacional. Chávez murió en 2013 y al año siguiente Juan Carlos I abdicó a la Corona de España para dar paso a su hijo, el príncipe Felipe, proclamado nuevo rey de España el mismo 2014 con el nombre de Felipe VI.
Juan Carlos I ha dejado todo un decálogo de expresiones de fácil recordación. En 2012, cuando se descubrió su cacería de elefantes en Botswana, con accidente incluido que supuso rotura de cadera para el monarca, dijo para Televisión Española después de recibir el alta médica en un momento económico durísimo para el país: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”.
A partir de ese arrepentimiento, y ya con su “amiga entrañable”, Corinna Sayn Wittgenstein, en boca de informativos y de la prensa del corazón por haber acompañado al rey al accidentado safari en tierras africanas, el nombre de Juan Carlos I empieza a dar tumbos sembrado serias dudas sobre la credibilidad y transparencia de la monarquía española.
La supuesta comisión de 65 millones de euros recibida de Arabia Saudí por el contrato de construcción de una línea de tren de alta velocidad entre Medina y La Meca, adjudicado en 2011 a un consorcio de empresas españolas, es el último y más sonado escándalo conocido del exjefe del Estado. La jugosa suma transferida en 2012 a Corinna por “gratitud” o “cariño” mantiene al rey emérito en el punto de mira por posibles delitos de fraude fiscal y blanqueo de capitales. La Fiscalía del Tribunal Supremo investiga actualmente los hechos.
Pero es que en los últimos días, el diario El Mundo ha destapado otro regalo del exjefe del Estado a Corinna. Se trataría de 2 millones de euros transferidos en dos operaciones, en 2009, desde una sociedad en Panamá para la compra de dos apartamentos de lujo en Suiza.
Mientras que el rey Felipe VI intenta desmarcarse de los escándalos de su padre, el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, admite que le inquietan estas noticias, aunque a la vez confirma con rotundidad su confianza en la institucionalidad de la Corona y defensa de la monarquía parlamentaria. A todas estas, el socio de los socialistas en el Gobierno español, Podemos, también de izquierdas, proclama sin morderse la lengua la llegada de vientos republicanos.
Los tres grupos parlamentarios con mayor representación en el Congreso de los Diputados: PSOE (120 escaños), PP (88) y Vox (52), rechazaron en la Mesa del Congreso la conformación de una comisión de investigación propuesta por otras formaciones políticas para abordar las actuaciones de Juan Carlos I en el contrato del tren de alta velocidad a La Meca.
A estos tres partidos, de izquierda, de derecha y de derecha extrema, y a otros tantos de distintos colores políticos, los hemos visto tirarse los trastos a la cabeza cualquiera que sea el tema de debate en el Congreso, y ya cuando se señalan unos a otros por corrupción, echa humo el hemiciclo.
Contrasta esta “valentía” con la postura gelatinosa, resbaladiza y evasiva, y eso, cuando se atreven a expresarla, respecto a los hechos de la Corona que inquietan a la población. Allá ellos si quieren darle un portazo a la realidad.
Mientras el país está sumido en la contención del covid-19, con nuevas oleadas de contagios, y en la formulación de estrategias para la recuperación económica, lidiando la fuerte caída del PIB el segundo trimestre de 2020, de -18,5 %, con respecto al primer trimestre del ejercicio en curso, el rey emérito, de momento, no hace ningún pronunciamiento público, ni da explicaciones y tampoco pide perdón, como en el caso de Botswana.
No creo que sea pecado pedirle explicaciones, es apenas lógico y necesario. La historia le guarda a cada uno lo que ha hecho en y para la sociedad, para bien y para mal. Al rey emérito se le recuerda y recordará por el papel que jugó en la Transición democrática española en la segunda mitad de la década del setenta. Como a su figura, la historia también deberá guardar su sitio a miles de personas que durante años lucharon por acabar con la dictadura franquista.
Los defensores de Juan Carlos I sacan ahora su protagonismo en la Transición o su intervención para desactivar la intentona golpista de militares el 23 de febrero del año 81 como el salvoconducto ‘dejar hacer, dejar pasar’.
Si bien el reconocimiento a dichas actuaciones no tiene fecha de caducidad, en ningún caso justifica comportamientos al margen de la legalidad vigente. Del decálogo de frases de Juan Carlos I también extraigo una del discurso navideño de 2011 cuando dijo: “La Justicia es igual para todos”, en referencia indirecta, porque no lo citó con nombre y apellido, a su yerno Iñaki Urdangarin, investigado en ese momento judicialmente. Urdangarin cumple condena con pena de cárcel por prevaricación, malversación, fraude, tráfico de influencia y dos delitos fiscales.
Juan Carlos I aseguró además en ese mismo discurso de Nochebuena que “cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley". La dejo ahí. La sociedad empieza a hartarse del Corona – virus.
Por Alex Salebe Rodríguez