Tachar a un ser humano de animal puede que sea, según la especie, más ofensivo para el animal que para la persona a la que pretendemos despreciar. No somos los únicos animales que vivimos en sociedad aunque sí la especie mamífera que domina el planeta.
En 1966, hace 55 años, la científica estadounidense Suzane Batra, reconocida investigadora sobre el comportamiento de los insectos, acuñó el término eusocial para explicar el nivel más alto de organización social que se da en el reino animal. Universidades de prestigio mundial como Harvard han abordado investigaciones acerca de la estructura social de cooperación existente en muchas especies animales que seguro recordamos en nuestra época de colegio como ejemplos de organización del trabajo, entre otras, las hormigas o las abejas.
La eusocialidad, que procede del griego eu, bueno o real + social, es un concepto valorado por empresas y asesores de las mismas para mejorar las relaciones sociales y laborales dentro de su estructura organizativa, de hecho, una experta en estos asuntos, Carolina Landa, del equipo asesor de la firma Rebuzzna, apunta en una reflexión escrita que es importante para su trabajo observar la naturaleza y aprender de los comportamientos y habilidades de algunos animales.
Y si los hábitos y conductas de los animales pueden enseñarnos a gestionar mejor nuestras relaciones sociales y laborales, como lo demuestran estudios acreditados, entonces deberíamos atender más comportamientos de cooperación y solidaridad de algunas especies para intentar mejorar nuestra convivencia humana y gestionar mejor nuestros conflictos y ser mucho más conscientes de que nuestro comportamiento individual afecta para bien o para mal el funcionamiento colectivo del ente sociedad.
Esta semana mientras me desplazaba a mi lugar de trabajo escuché por radio el discurso íntegro de unos tres minutos de duración de la médica María Díaz Diñeiro en el homenaje que rindió el Estado español a más de cien sanitarios fallecidos durante la pandemia como consecuencia del ejercicio solidario de su trabajo en primera línea de batalla. Su padre, el Dr. Joaquín Díaz, jefe del Servicio de Cirugía del Hospital de La Paz de Madrid, es una de las víctimas mortales que deja a una familia “viviendo echando de menos”, como a las familias de otros muchos sanitarios y pacientes.
“Pido a la sociedad que cuide a sus cuidadores”, fue otra de las súplicas que la médica lanzó de forma muy serena a pesar de la aureola de emoción del acto. “La ciencia ha ganado de nuevo”, refiriéndose a la vacuna, y lo dice una persona con una durísima experiencia personal, pero particularmente, aunque parezca una obviedad, el mensaje más directo y eusocial a todos nosotros miembros del reino animal en un momento preocupante por la llegada de nuevas oleadas de contagios fue dirigido a los gobernantes y sociedad, “que no olviden el dolor”.
Oportuno recordarlo cuando sabes que el foco mediático está centrado en ti y que el mensaje puede llegar a mucha gente, y necesario también cuando hay oleada de botellones en calles y plazas, cuando nos relajamos por el alto índice de personas vacunadas, cuando los jóvenes se creen inmunes por naturaleza, cuando mammas politikós y populistas reclaman fiestas y sacar a pasear un santo como si las celebraciones patronales fueran ahora imprescindibles, cuando planea la amenaza de nuevos toques de queda y endurecimiento de las restricciones, y por otras tantas razones que ponen en riesgo la salud pública, la economía y el bienestar, es importante no solo el recordatorio, sino que diría repetirlo en redes y medios de comunicación a ver si en nuestro cerebro animal cala la comprensión de la realidad.
Otro mensaje con fondo eusocial, en otro tono, pero igual de válido dirigido a los animales humanos, también lo recogí esta semana de una información de prensa escrita sobre una reacción viral en redes sociales. “Que os den”, mostrando el “dedo malo” y advirtiendo que aparcaba esta vez su educación, espetó desesperada una sanitaria de un hospital de Málaga ante la irresponsabilidad ciudadana frente al covid en un escenario de aumento del nivel de incidencia del virus y subida de ocupación de las UCI.
“¡Va por vosotros! Por los 600 que decidisteis celebrar una boda de dos días con su juerga correspondiente y nos estáis ahora colapsando las urgencias”. Los jóvenes que no están respetando las medidas de seguridad también se llevan su zasca: “dónde dejáis el espíritu indomable y aventurero cuando llegáis cagaítos y lloriqueáis con el primer hisopo del test de antígenos?”. El cabreo es monumental pero tiene razón cuando advierte que “después de 16 meses de lucha volvemos a estar en plena ola gracias al egoísmo y la estupidez humana”.