El descanso nos obliga a reencontrarnos
Siempre es saludable perderse para reencontrarse, apartarse de las tareas cotidianas y renacer con nuevas historias, sin caer en el vacío y llenándonos de sueños; reposando del trajín diario para recobrar la quietud y la calma interior, una vez tomado el arte del descanso como parte del pulso del buen vivir y mejor obrar. Las prisas nunca fueron buenas consejeras para nadie. No hay mejor respiro que el impulso de la creatividad y de la superación, custodiado de razones para vivir y de sano ocio. El sabio uso del recreo, como divertimento, es el armónico manantial de todas las virtudes; lo que nos exige no caer en la madre de todos los vicios, que no es otra que la ociosidad.
En consecuencia, es vital tomar cognición de que el trabajo es un medio y no el fin de la vida. Por esta razón, no hay que ver el descanso como una simple ocupación de necesidad, sino como un momento vital de recuperación del ser, lo que requiere entrar en sí mismo y cultivar el sentido de la pausa y del pulso viviente. En cualquier caso, que sepamos que nunca es tarde para reconstruir nuestras propias existencias, especialmente en una época en la que los desastres son la nueva normalidad; no en vano, en los últimos veinte años, el número de catástrofes se ha duplicado y el noventa por ciento de ellos están relacionados con el cambio climático.
Justamente, tan importante para el desarrollo de la persona es la actividad laboral como el tiempo de recogimiento, en contacto con la naturaleza, a través de la dimensión contemplativa que también nos hace observar cuestiones del acontecimiento diario, captando su sentido profundo, que es lo que ciertamente nos aporta un aumento de felicidad y de equilibrio. El ser capaz de llenar la inacción de una manera inteligente es lo más sublime, máxime cuando sabemos el vínculo que hay entre el consumo de alcohol y el riesgo a desarrollar cáncer.
Por consiguiente, si trascendental es adoptar medidas políticas urgentes a nivel mundial, regional y nacional para transformar los modelos económicos, sociales y financieros, de modo que las tendencias que han agravado la pérdida de biodiversidad se estabilicen para 2030 y permitan la recuperación de los ecosistemas naturales en los veinte años siguientes, también es esencial que el periodo de descanso nos sirva para fortalecer la mente y el cuerpo, sometidos cada jornada a un estrés tremendo, debido al ritmo frenético del momento actual. Ahí están las cifras y sus gigantes efectos. Alrededor de setecientos cincuenta mil trabajadores mueren al año a causa de un ataque al corazón o un derrame cerebral, de acuerdo con un estudio de las agencias de la ONU especializadas en la salud y el trabajo. Esto supone una tendencia al alza, con un aumento del veintinueve por ciento con respecto al año dos mil.
Indudablemente, es bastante probable que el aumento del teletrabajo modifique la forma en que vivimos y batallamos. Ante esta situación, las empresas han de asegurarse de que sus trabajadores no se sienten aislados y que desconectan en lugar de estar en línea permanente. Mal que nos pese, el tiempo de tregua es primordial. Quienes no pueden experimentar ese momento de suspensión, más pronto que tarde, se encontrarán sin fuerzas para proseguir el camino, pues todos necesitamos de instantes para la distracción, con la consabida reordenación de ideas y de obligaciones. Porque, la persona no es sólo trabajo, tenemos que pensar en activar una cultura del ocio en nuestras vidas, pero también un saber descansar haciendo familia, creciendo en comunidad. Por otra parte, cuando los jóvenes están fuera del mundo laboral, mientras se obliga a las personas mayores a trabajar demasiado tiempo; todo se enferma y las sociedades carecen de energía, de entusiasmo y de alegría de vivir.
Deberíamos repensar todas estas cuestiones, puesto que una sociedad avanza, no únicamente por el progreso de la ciencia y de la técnica, sino también por esa capacidad de encuentro, por la primacía de los valores anímicos y por el avance de la vida moral. Hago votos, por tanto, para que ese espíritu coaligado de trabajo/descanso prevalezca siempre como el foro supremo de nuestras acciones en su aspiración a un futuro lozano. La evidencia de estudios sugiere que trabajar muchas horas puede aumentar la mortalidad y la morbilidad por cardiopatía isquémica y accidente cerebro/vascular, a través de un sentimiento de tensión física o emocional. Dejemos de atormentarnos, que el tiempo es vida.