Reflejo de las miserias personales
En mis exámenes de psicología hice hincapié en algo que me llamó la atención; la proyección de las miserias personales sobre los niños en casa y en el ámbito educativo. Hay personas que son incapaces de enfrentar sus emoçiones y sus conflictos internos, volcándolos en sus hijos o sobre sus alumnos. Ese tipo de personas solo ven defectos y criminalizan a un niño por cosas insignificantes.
Los docentes que son emocionalmente competentes pueden mantener un clima alentador en clase. Las emociones son un componente primordial del aprendizaje. Un niño con mayores logros académicos es el que antes desarrolló sus habilidades emocionales.
En la escuela, los niños imitan nuestros comportamientos; somos un referente, nuestro lenguaje al dirigirnos a ellos refleja muchas veces esas miserias que no se han gestionado. Es difícil y complicado no influir, pero que sea positivamente. Sería bueno hacer una reflexión sobre esos profesionales que solo trabajan por el sueldo cuando lo que debe imperar es la vocación.
Los niños ya vienen de sus hogares con un sinfín de problemas y carencias; su panacea es venir a la escuela. Decirles a todo que no, no tomes agua, no hables, no vayas al servicio, no te muevas... son muchas órdenes; y se consigue el efecto contrario.
Por supuesto que hay que educar y marcar normas; pero no proyectes tus desgracias personales y las justifiques con el "QUE APRENDAN". Aprende tú a dejar en casa tu mal humor; tus quejas, tus amarguras, no todo vale, trabajamos con seres humanos, no con sacos cargados de papas. Nuestra profesión requiere empatía y mucha objetividad, los padres ponen a sus niños en nuestras manos confiando en que están en las mejores. ¿Te gustaría que se lo hicieran a tu hijo? Que el maestro/a de tu hijo/a lo utilice como sparring de sus frustraciones.
Es una profesión que conlleva mucha responsabilidad y sacrificio, nuestra varita mágica se llama vocación. Observar nuestras debilidades es el comienzo de superarlas. Como dice Toni Nadal, "todo se puede entrenar, tanto la actitud como la aptitud". Claro que con 5 horas de peleas según Confucio se puede lograr algo, pero se puede conseguir más con tres palabras impregnadas de afecto.