Abebe Bikila, el héroe etíope que ganó dos maratones olímpicas

Abebe Bikila (1932-1973) nació en un pequeño pueblo etíope, Jato, perteneciente a la región de Shewa.

En 1935, al ser invadida Etiopía por la Italia fascista de Benito Mussolini, el pequeño Abebe Bikila y su familia huyeron de su pueblo y se refugiaron en la ciudad de Gorro. Al cabo de un tiempo, todos pudieron regresar a Jato y seguir trabajando de granjeros.

Con 20 años, Abebe Bikila emigró a Adís Abeba, la capital de Etiopía. Y allí pasó a formar parte del 5º Regimiento de Infantería de la Guardia Imperial de su país, una división que estaba dedicada a la protección del emperador etíope Haile Selassie.

Poco después, Bikila se aficionó cada vez más a correr e inició su carrera deportiva, entrenando de manera planificada y regular con Onni Niskanen, un entrenador sueco empleado por el gobierno etíope. Los resultados no se hicieron esperar.

En 1956, Abebe Bikila terminó segundo detrás de Wami Biratu en el campeonato de las Fuerzas Armadas de Etiopía. Habiendo alcanzado el rango de capitán de la Guardia Imperial, las competiciones de Bikila empezaron a contarse por victorias.

Después de contraer matrimonio en marzo de 1960 con Yewebdar Wolde-Giorgis, su mujer hasta el final de sus días, Abebe BiIkila intensificó sus entrenamientos con el objetivo de llegar en las mejores condiciones posibles al maratón de los Juegos Olímpicos de Roma, que se disputaban en el verano de aquel año.

Los duros entrenamientos realizados en altitud, unidos a una genética privilegiada y a la motivación de triunfar en Roma, la capital del país que había invadido el suyo cuando él era muy pequeño, resultaron decisivos en la cita olímpica.

Llegado el momento, Abebe Bikila, corriendo descalzo y en medio de la noche romana, se impuso en el maratón de los Juegos Olímpicos de Roma 1960 con gran autoridad, con una superioridad aplastante, logrando la medalla de oro y la plusmarca mundial de la distancia.

Durante el maratón, el público romano no creía lo que estaba viendo. Un etíope descalzo llegado del país que Italia había invadido dos décadas antes derrotaba a todos y cada uno de sus rivales con una autoridad incontestable.

Probablemente, el momento de mayor carga simbólica ocurrió cuando Abebe Bikila pasó camino de su victoria frente al Obelisco de Axum, el cual había sido robado y trasladado a Roma desde Etiopía en 1937 por las tropas fascistas de Mussolini.

La gesta olímpica de Abebe Bikila le convirtió en un héroe, tanto en su país Etiopía como en el resto del mundo. El etíope descalzo causaba devoción en su país y una gran admiración en el extranjero.

En 1964, Abebe Bikila mantenía su excepcional nivel deportivo y todo el mundo apostaba por un nuevo oro olímpico del atleta etíope, pero surgió un contratiempo de última hora. Fue operado de apendicitis seis semanas antes del maratón de los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.

A pesar de ese contratiempo, Abebe Bikila no falló. Se recuperó de la operación con rapidez, retomó sus entrenamientos y, en esta ocasión calzado y extraordinariamente delgado, volvió a ganar el oro olímpico en la prueba de maratón y a conseguir la plusmarca mundial de la distancia.

Su nueva gesta olímpica reforzó aún más su condición de héroe para millones de personas.

La vida del ya doble Campeón Olímpico de maratón Abebe Bikila sufrió un cambio espectacular a partir del año 1967 y resultó muy desdichada. En el maratón de los Juegos Olímpicos de México 1968, se retiró de la prueba. En 1969, sufrió un accidente automovilístico cerca de Adís Abeba que le produjo una paraplejia, de la cual no se recuperó jamás. Desde entonces, no pudo volver a caminar.

En 1970, envuelto en ese drama personal, Abebe Bikila participó en los Juegos de Stoke Mandeville en Londres, competición precursora de los posteriores Juegos Paralímpicos. Compitió en tiro con arco y tenis de mesa.

En 1972, Bikila fue invitado por los organizadores de los Juegos Olímpicos de Múnich y recibió un sentido homenaje. El público le dedicó una gran ovación en la ceremonia de apertura, mientras él saludaba desde el césped del Estadio olímpico sentado en su silla de ruedas.

El 25 de octubre de 1973, finalmente falleció Abebe Bikila a los 41 años de edad en Adís Abeba. La noticia fue impactante para millones de admiradores de todo el mundo.

En Etiopía, con buen criterio, Bikila fue enterrado con todos los honores militares y su funeral se convirtió en un funeral de Estado. Asistieron unas 65.000 personas, incluido el emperador Haile Selassie. Selassie, además, proclamó un día de luto por su muerte.

Desde su fallecimiento, ocurrido hace ahora medio siglo, Abebe Bikila ha recibido innumerables homenajes y reconocimientos desde muy diversos campos. Por ejemplo, el estadio nacional de Adís Abeba lleva su nombre. Su doble gesta olímpica ha permanecido en la memoria colectiva. No podía ser de otra manera.