Consumo
Un concepto que define una sociedad es su consumo. El gasto realizado en comprar cosas para nuestro ámbito familiar y nosotros mismos, habla de cómo somos. No solo lo que consumimos, sino el volumen de cosas que adquirimos, su frecuencia, calidad y procedencia, nuestros hábitos y valores al consumir, que a su vez definen el comercio, contribuyen a retratarnos como grupo social.
En los últimos años el comercio con oriente, fundamentalmente con China, se ha disparado. Según datos del ICEX España (Instituto de Comercio Exterior), este país asiático es ya nuestro segundo proveedor, el 10,2% de nuestras importaciones tienen esta procedencia y va en aumento, siendo las exportaciones muy inferiores. No solo traemos artículos “de todo a cien” como antiguamente, sino bienes más sofisticados, como equipos de telecomunicaciones, máquinas de tratamiento y procesamiento de datos e información. Evidentemente, la clave de su éxito, son los bajos costes de producción, que conllevan un precio de venta barato.
Estos precios tan reducidos suelen tener como origen salarios muy bajos, falta de derechos laborales e incluso, en algunos casos, mano de obra esclava y trabajo infantil. A todo esto, hay que añadirle una alarmante falta de calidad. Así, de aplicar controles con parámetros europeos, muchos productos estarían por debajo de los estándares mínimos requeridos.
Este coctel ha ido animando a algunos empresarios a deslocalizar la producción en busca de costes de producción más bajos. Así, muchas empresas españolas, producen en Asia y venden en España. Al comprar en un establecimiento cualquiera, es probable que el producto adquirido haya sido fabricado en oriente.
Con este panorama, nos llegó la pandemia. Y el resultado fue desolador: no teníamos mascarillas ni guantes ni otros productos básicos para hacerle frente, pues todo se fabricaba en oriente, nos vimos totalmente vendidos al gigante asiático. Tuvimos que improvisar de todo. Cuando la enfermedad remitió, los problemas de transporte prolongaron el desabastecimiento.
Está visto que no aprendemos la lección, no podemos depender exageradamente de lo producido en el otro extremo del mundo y casi en exclusiva de un proveedor, pues, por cualquier circunstancia, nos pueden cerrar el grifo y lo vamos a pasar mal.
Como decía mi abuela “lo barato es caro”, no debemos dejarnos encandilar por precios de ganga, pues la calidad, comparada con el producto nacional o europeo, es muy inferior. Podemos, a cambio de poco dinero más, obtener un producto de mucha más calidad. Las condiciones de producción no son acordes con los valores laborales europeos. El estado debería intervenir para frenar esta escalada, que perjudica nuestra producción y no ayuda al desarrollo económico del país. No hagamos más el juego al dragón de oro. Miremos a Europa.
Con esta tendencia de comprar todo hecho en oriente, no se genera riqueza, contribuimos a destruir la industria nacional y dibujamos un incierto futuro para nuestros hijos, pues si esta espiral se mantiene, en un futuro trabajaran para ellos. Y entonces nos pedirán cuentas.
Como decía el Quijote “Cosas veredes Sancho”…………..y yo añado “Como compramos sin considerar mas que el precio”.