Un viejo carrucho
La constatación más evidente de que ya soy un viejo carrucho se refleja en las llamadas de compañeros de la tele para incluirme en sus reportajes retrospectivos. Carmen Vecino, a quien hace siglos que no veo, ha llegado a decirme, jugando al descarte: “Te llamo a ti porque todos los demás se han muerto”. Investiga la desaparición de no sé quién y quería saber si yo me acordaba. Ni puta idea. También me han entrevistado en la Autonómica para la historia interminable de Los Rodeos; y me dejaron fuera –después de sacarme información- de un reportaje sobre la estancia de tres de los cuatro beatles en el Puerto de la Cruz, pero me invitaron amablemente al rodaje, al que no asistí. Y ahora me telefonea mi amiga Cristina Alcaine, que es jefa de Informativos de la cosa, para pedirme que recuerde todo lo que pasó en el año 71 del siglo pasado, porque se cumplen 50 años del Telecanarias. Yo trabajaba en la televisión de blanco y negro y fui jurado del último Festival de la Canción del Atlántico; también cubrí, cuando se enfermó Luis Ortega, para La Tarde, la erupción del volcán Teneguía; y estuve a punto de sucumbir ante una miss España, una chica de isla periférica, preciosa y morena, de la que no doy más detalles porque hoy es una señora casada. Recapacité sobre lo de la boda y permanecí en estado de gracia, dejándola con cara de no creérselo. Cuando pienso que ha pasado medio siglo de todo aquello se me queda la carne de gallina. Con lo que uno ha trasegado y sigue vivo y coleando, sin unas memorias completas escritas y con la misma sensación de gilipollez que entonces y más pobre que las ratas. Gracias, Cristina, por llamarme. Una vez recogimos un premio, juntos, en Bajamar. ¿Te acuerdas? Me hiciste una culebra en los besos de la entrega.
Publicado en Diario de Avisos