Maltrato a una lengua maravillosa
Negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario… jubilemos la ortografía, terror humano desde la cuna…”. Esto dijo Gabriel García Márquez en su discurso de Zacatecas de 1997, durante el Congreso Internacional de la Lengua Española. En realidad le estaba haciendo un favor a los lerdos que ahora destrozan la lengua con su llamado lenguaje no sexista, con la erradicación del epiceno y la reiteración de los géneros, reiteración absurda y aburrida de la que es primer paladín nuestro iletrado presidente del Gobierno de la nación. A García Márquez no le dio tiempo, porque se murió, de alertar sobre el abominable habla de los políticos del montón, que creen ganar votos con el “ellos y ellas”, contraviniendo las leyes de la lógica y de la síntesis. Nuestra lengua es demasiado bella para que una legión de palurdos la desintegren poco a poco, conduciéndola por los senderos del ridículo. Hace tiempo que no sé de telediarios, ni escucho tertulias políticas, ni me dejo influir por declaraciones hueras y huecas de personajes que rigen, más o menos, este país. Sencillamente, estoy harto de escuchar banalidades y, sobre todo, mentiras. Están maltratando, además, a una lengua maravillosa que enriquecen más las tribus que ellos mismos, porque las tribus hablan con el corazón y los políticos con el esfínter anal, como aquella ministra idiota de los miembros y miembras. Casi se le escapa la expresión abominable a un cineasta presunto letrado en la gala de los Goya, pero rectificó al vuelo. Tenemos, insisto, una lengua maravillosa y nos la cargamos cada día porque los analfabetos funcionales se hacen dueños de los medios y porque en las facultades hasta los profesores se han vuelto más cómplices que científicos. Hay que ver lo que estamos sufriendo en este país. Sí, eterno Gabo, hay que humanizar las leyes de la gramática (y de la ortografía), pero no tanto.
Publicado en Diario de Avisos