El teatro de los sueños y las miserias
Old Trafford, la casa del Manchester United, adoptó el nombre de ‘Teatro de los sueños’ desde que la leyenda Bobby Charlton, uno de los jugadores históricos del equipo y del fútbol inglés, dijera que “todos los niños de Manchester sueñan con triunfar en este teatro”. El teatro es una de las expresiones artísticas más antiguas del ser humano y una de las más complejas, también, así que no le falta razón a Sir Charlton.
En Colombia, reconocemos en la figura de Santiago García al padre del teatro, nada menos que el padre del arte arrollador capaz de interpretarnos delante de nuestros ojos los sueños más bellos y las peores miserias del hombre, capaz de acercarnos a ellos y llegar a identificarnos con unos y con otras, de tal forma que ser “padre de..,” es un grandísimo mérito que trasciende el país, tanto, que el maestro García fue declarado en 2012 Embajador Mundial del Teatro por el Instituto Internacional de Teatro (ITI, UNESCO).
Santiago García, fundador en 1966 del Teatro La Candelaria, hito del movimiento teatral colombiano y latinoamericano, destapó la función “cuestionadora” del teatro. Pasamos en los años cincuenta y sesenta de un teatro tradicional y costumbrista, recogido en Colombia de compañías españolas, argentinas y mexicanas, a un teatro más crítico con el punto de mira en la realidad social apoyado en importantes referencias vanguardistas europeas y norteamericanas, consiguiendo movilizar cientos de espectadores.
El teatro entonces continuó como una expresión de disfrute y entretenimiento, pero además se convirtió en un espacio de fuertes contenidos sociales, generadores de cambios comunitarios e incluso de ideologías, un espacio de revolución, una expresión necesaria para fomentar el pensamiento crítico que debería estar mucho más presente en los centros de educación primaria, secundaria y universitaria, aquí o donde sea.
Todavía con las emociones vivas y el muy buen sabor de boca que me dejó en octubre pasado la obra ‘Yaiza Ciudad Histórica’, que supo interpretar al aire libre el pasado y patrimonio del municipio de Yaiza con un despliegue impresionante de actuación, escenografía, música y luces, volví este fin de semana a sala cubierta, al Teatro El Salinero, a ver la obra ‘La Noche’, inspirada en un drama escrito por el Nobel José Saramago, donde participan varios actores protagonistas, figurantes, miembros del equipo de dirección y técnicos de iluminación de la productora Trama2 que puso en escena ‘Yaiza Ciudad Histórica’ por encargo de la Administración municipal.
‘La Noche’ es una historia potente que en un contexto histórico concreto, el triunfo de la Revolución de los Claveles, la revolución portuguesa de la noche del 24 de abril del 74 que tumbó la dictadura de Marcelo Caetano, enseña las miserias, intrigas y ausencia total de valores de la prensa arrastrada y plagada de intereses al servicio de los militares que encuentra oposición en un par de periodistas y maquinistas de la imprenta de un periódico lisboeta que mantienen la dignidad, negándose con rotundidad a desinformar a la población haciendo caso omiso al miedo y servilismo de sus compañeros y jefes.
Teatro transmisor de realidades, teatro de contenidos, como el que el maestro Santiago García abrió en Colombia, arte que fomenta opinión. Y me viene a la mente otra ‘Noche’, ‘La Noche de los lápices’ (1996), el film de Héctor Olivera que lleva a pantalla grande un hecho desgarrador como fue aquella noche argentina en la que la dictadura militar sacó de sus casas, secuestró, torturó y mató a más de diez jóvenes estudiantes activistas.
Lo dicho, el arte sabe cómo enseñarnos los sueños, pero afortunadamente también nos planta las miserias en la cara, sin censura, y duela a quien duela, así que espero nunca sea declarado pandemia de la humanidad, aunque la ignorancia escurra el bulto y lo considere un mal necesario, incluso por algunos que se ufanan dizque de promover la cultura.