Salud y trabajo, el gordo de Navidad
Un amigo turista sorprendido por las cientos de personas en cola de varias calles a la paciente espera de compra de ilusión en la sede de Doña Manolita, el punto de venta de Lotería de Navidad más célebre de España, me preguntaba mientras deleitábamos un bocata de jamón serrano justo enfrente del reputado local, cuál era la fiebre desmedida por adquirir números de este sorteo del 22 de diciembre, cuyo resultado, como todo juego de azar, depende de la suerte o la casualidad.
Yo que no soy comprador habitual de lotería durante el año pero que a veces me decido a apostar por si suena la campana y salgo de pobre, de hecho “solo” tengo cuatro números del sorteo de Navidad, a 20 eurillos por número, uno de ellos me lo regaló un amigo, y un par de números más compartiendo esperanza con colegas, nada comparable con el chorro de dinero que se deja mucha gente que conozco, le respondí que la Lotería de Navidad es un sorteo de más de 200 años de existencia con un ritual y aureola especial que ya forma parte de la tradición española al que encomendamos el ahogo de penas y preocupaciones. Como dice mi madre, el dinero no lo es todo en la vida pero calma los nervios.
El primer sorteo de Navidad se celebró en Cádiz el 18 de diciembre de 1812, y como anécdota, el primer gordo, el premio grande con el que todos seguimos soñando, lo coronó entonces el número 03604 con 8.000 reales de gratificación para un ganador que había invertido apenas 40 reales.
Ahora basta con digitar los números en la web oficial de la Lotería o en el sinnúmero de plataformas que ofrecen la comprobación para saber si cayó algo, aunque hay familias enteras que prefieren pegarse a la tele toda una mañana para no perder prenda al espectáculo.
Fuera del cuento del sorteo y de los sueños de miles y millones, de forma más tranquila hablamos del valor de la salud y el trabajo, y más en las circunstancias actuales de pandemia, hablamos del verdadero gordo de nuestras vidas que es haber nacido en el seno de familias amorosas que nos educaron en el hogar, lo más importante, y que encima nos ofrecieron el premio añadido, que tampoco es cosa menor, de cursar estudios primarios, secundarios y universitarios para formarnos mejor y ganarnos la vida honestamente, permitiéndonos alguno que otro gusto cuando se puede.
La suerte nos acompañó desde la concepción como seres humanos, nuestros viejos se lo curraron concediéndonos la renovación del gordo cada año, un premio incalculable que ni siquiera se agota en la emancipación. No son hojarascas, son realidades, así que oído juventud que todo no puede encomendarse al azar.
Aprovecho esta semana de Navidad para agradecer a los lectores el seguimiento a mis artículos de opinión y los comentarios que me trasladan sobre el contenido de los mismos. Felices fiestas y que la salud y el bienestar acompañe a sus familiares y amigos.