En recuerdo del músico canario Nino Díaz
No, Nino Díaz no ha muerto!, pero decidí dedicar estas letras a él, clarinetista, compositor y director de orquesta lanzaroteño radicado en Berlín, porque acostumbramos a repasar la trayectoria de un artista y añorar su talento solo cuando fallece, y Nino celebra, como debería acordarse la Isla, que hace ya 13 años que la Real Academia Canaria de Bellas Artes (RACBA), una corporación de más de cien años largos de historia, decidió nombrarlo Académico, el primero de Lanzarote y, a día de hoy, el único de la Isla en el arte de la música.
Conocí a Nino hace unos 14 o más años cuando Agustín Acosta Cruz (DEP), decano de la prensa de Lanzarote, me encomendó hacer una entrevista para televisión “a un músico talentoso del municipio de Tías que emigró de la Isla para ir a estudiar a Barcelona”, ciudad donde en 2007 detuvo su moto en el afamado barrio de Gràcia para recibir asombrado la llamada de la RACBA. “Me quedé parado más de treinta minutos, intentando asumir la noticia. No podía creérmelo”.
De la entrevista me sorprendió sobre todo la ambición del artista por explorar y conquistar nuevas plazas lejos del Archipiélago, y lo ha conseguido, y su franqueza al verter opiniones sobre el poco margen de evolución de la música folklórica canaria, entre otros temas. Nino es un talento desaprovechado por Lanzarote porque en todos estos años nunca ha sido llamado por sus máximos dirigentes políticos para ser consultado en asuntos estratégicos de la cultura, ni como artista ni como gestor cultural, y eso que además de la experiencia en la música tiene una editorial desde hace una década con sede en Bruselas que edita partituras y libros en inglés. “Tengo editadas más de 700 obras de autores de 56 países del mundo”.
Dado sus compromisos académicos y profesionales, le costó nada menos que cuatro años cuadrar una fecha para asistir a la ceremonia de honor de su nombramiento como Académico en Santa Cruz de Tenerife, acto celebrado en la sede de la Real Academia Canaria de Bellas Artes que contó con la actuación del mejor clarinetista bajo del mundo, el holandés Harry Sparnaay (DEP), “que nos deleitó interpretando mi obra Diàleg para clarinete bajo y electrónica”, aviva Nino ese recuerdo inolvidable, “aunque la almendra amarga de toda esta historia fue la ausencia de representación institucional de Lanzarote, ni del Cabildo ni de mi pueblo de Tías”.
Nino es muy crítico, y no se muerde la lengua cuando le pregunto por la cultura en la Isla de los Volcanes: “La cultura en Lanzarote es una foto en blanco y negro difuminándose poco a poco por la erosión de la luz. Si en los últimos 50 años la vara de medir del mundo occidental fue la rentabilidad económica, Lanzarote creó su propia medida: lo que no tenía una utilidad turística, no era bueno para la Isla. Y eso ha sido desastroso para el avance social”.
También me da su opinión sobre el mundo pos - covid desde la visión del artista consagrado y con recorrido internacional que es. “El coronavirus ha forzado la implantación de la nueva regla que medirá a partir de ahora todas las acciones humanas, la sostenibilidad. Todo lo que no sea sostenible tendremos que borrarlo de la faz de la tierra, o no podremos mirar a los ojos a nuestros hijos”.
Su reflexión apunta a que queda mucho, muchísimo, por sembrar. Reconociendo la universalidad y alta valía del artista plástico lanzaroteño César Manrique, Nino es directo: “Lanzarote sigue colgada de Cesar Manrique, y esto lo digo con todo mi respeto y admiración al artista, pero mostrando una involución más que preocupante: inversión pública anecdótica desde hace décadas, programaciones públicas en blanco y negro y de escaso valor, paternalismo institucional, falta de muchas infraestructuras básicas, como un gran auditorio en Arrecife, falta de gestión cultural profesionalizada, y, sobre todo, falta de amplitud de miras y excelencia”.
Nino regresa a Lanzarote para actuar el 7 de noviembre en un concierto clásico para clarinete y piano en un paseo por las ‘Músicas del Mundo’ que promete en el Salón Indieras del municipio de Tías. Entre tanto, en la distancia, seguimos intercambiando inquietudes y, cómo no, música. De hecho, toda esta reflexión surgió cuando le envié por whatsapp un enlace de la canción ‘Latinoamérica’, interpretada por el boricua René, de Calle 13, y otros artistas invitados, con la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela. “Maravilloso, espectacular, precioso”, exclamó. La música, como todas las expresiones artísticas, fomenta el pensamiento crítico uniendo pueblos hermanos.