No hay otra, que nos toquen el bolsillo
No se puede ser políticamente correcto y hacerse el de la vista gorda ante el incumplimiento de las medidas exigidas para evitar la propagación del covid -19, nos gusten más o menos o las consideremos un asalto a nuestra libertad. Por si la salud importa poco o nada, la recuperación de la economía la hacen las personas. Somos las personas las que producimos y somos las personas las que consumimos, así que una sociedad enferma, ni produce, ni tiene los medios para hacerlo y mucho menos consume.
Este viernes coincidí en el Hospital de Lanzarote con una paciente conocida enferma de cáncer que, tan llena de rabia e impotencia estaba, no sabía cómo expresar su indignación por las barbaridades que ve y le toca soportar en la calle. Su madre está muy mayor y a veces no encuentra compañía para asistir a las sesiones de quimioterapia, teniendo incluso que coger guagua para ir y regresar del centro sanitario de referencia.
Es una de las tantas personas de riesgo que salen a la jungla por necesidad y deben enfrentarse a comportamientos irresponsables y desmedidos de gente indolente que atentan contra la salud, en este caso, de una persona enferma que demanda cuidados extremos, pero comportamientos que igualmente atentan contra el bienestar de todos, en salud y economía.
Y como nos cuesta entenderlo, y seguimos subestimando los efectos de la pandemia al mejor estilo de los Trump, Bolsonaro o Johnson, o directamente no leemos ni nos informamos de lo que ha pasado y sigue pasando, pues no queda otra que rasgar el bolsillo.
Un epígrafe antes de continuar: los alumnos españoles, según datos publicados este mes de julio por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), están muy por debajo de la media europea en lectura con una caída en este apartado de casi 20 puntos con respecto a la evaluación de 2015. La lectura, no olvidemos, es el gran pilar de la educación.
Si la cultura de la concienciación no funciona, la de la denuncia es bastante efectiva. Pasó cuando se endurecieron las sanciones por conducir bajo los efectos del alcohol y ha pasado con otros tantos ejemplos. Multa que te pego. Eso sí lo entendemos, y rapidito. Cómo duele cuando hay que sacar las perras o bajarse del bus, como se dice en el Caribe, y más ahora que el dinero no sobra.
En Canarias pasamos del relax casi absoluto al acojone, aunque sigue siendo de los destinos turísticos más seguros. Es cierto que se abrieron aeropuertos y que el riesgo de contagio y propagación de la pandemia aumenta, precisamente por ello debemos ser más cautos, también es cierto que han llegado personas extranjeras, en embarcaciones de forma irregular, positivas por coronavirus, pero no es menos cierto que de nuestro actuar diario se desprende exceso de confianza e indiferencia en alguna parte de la población.
Han habido (macro) fiestas, algunas inexplicablemente autorizadas por instituciones públicas, incumplimientos en el distanciamiento social, desprecio a la limitación de aforos en lugares abiertos y cerrados, falta de uso de mascarilla, o un hecho tan simple e individual como olvidar el lavado frecuente de manos. Por no hablar de estupideces colectivas como la de un grupo de 62 jóvenes que se citaron de acampada en una playa del norte de Tenerife con el “noble” propósito de contagiarse y propagar el covid-19.
El pasotismo y actitudes desaprensivas pueden ser peor que cualquier factor de riesgo, pero insisto, como no entendemos, nuestro bolsillo sí que tiene activadas las neuronas para entenderlo. Ya los profesionales sanitarios vuelven advertir de la falta de recursos para combatir los rebrotes. La pasamos muy mal en el encierro y parece que la lección no está aprendida.
Por Alex Salebe Rodríguez