Milongas de Barranquilla de Rey invitado

Milonga es una composición musical folclórica argentina de ritmo apagado y tono nostálgico, que se ejecuta con la guitarra, pero también es sinónimo de engaño y cuento. En uno de mis artículos de julio pasado, titulado ‘Se va Felipe VI, se va para Barranquilla..’, informaba de la visita en diciembre del Rey de España a la urbe del norte de Colombia para asistir al vigésimo séptimo Congreso Bienal de la Asociación Mundial de Juristas. También decía que al jefe del Estado español lo estarían esperando para contar milongas el presidente anfitrión Iván Duque y su séquito de caimanes y buitres duquistas y uribistas, aduladores todos de Álvaro Uribe Vélez alias ‘El Matarife’. Llegó el 2 y 3 de diciembre con cerca de 3.000 participantes del mundo jurídico, y dicho y hecho.

Sin vergüenza alguna, el derechista Duque tildó a Colombia de “modelo de pluralidad democrática” y de país “comprometido” con la defensa del Estado de derecho. El alcalde de Barranquilla asimismo dejó caer algunas perlitas: “Barranquilla es un ejemplo de convivencia y reconciliación”.

En un país y ciudad azotados por la pobreza y hondas desigualdades donde las muertes violentas son cosa del día a día, muchas de ellas por pensar distinto, y luego lo demuestro con estadísticas, y que por tanto es constante la violación del derecho inalienable y universal a la vida, no podemos tragarnos  la sarta de ‘carretas’ (mentiras) baratas, como también me resisto a tragarme las palabras del Rey que en su discurso asentó diciendo que la democracia colombiana “se ha mantenido con firmeza pese a los muchos riesgos a los que ha tenido que hacer frente durante tantos años”.

Aparte de que asistimos a una “democracia” enlodada por el clientelismo puro y duro y la organización criminal de compra de votos en las elecciones legislativas y presidenciales, con hechos que están siendo investigados y que por ejemplo involucran, entre otros, al jefe político del alcalde de Barranquilla, en Colombia hay certeza de 6.402 asesinatos por parte de las Fuerzas Armadas, entre 2002 y 2008,  cuando Uribe Vélez ostentaba la Presidencia de la República a cuenta de los llamados ‘falsos positivos’, que consistía en matar a civiles inocentes para presentarlos como trofeos de supuestas bajas de la guerrilla en combate. ¿Esto es ejemplo de democracia y de Estado de derecho?

Las estadísticas de ejecuciones en 2021 son terribles para una “democracia”. La página del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), una ONG integrada por personas que han construido relaciones de colaboración en la permanente actividad por la paz de Colombia, enseña una tabla actualizada con nombres, municipios y fecha del asesinato que suma hasta noviembre 160 muertes violentas a líderes sociales y defensores de derechos humanos, entre campesinos, sindicalistas, ambientalistas y ciudadanos de a pie. Pero es que además encuentro  una tabla más que contabiliza  44 asesinatos o desapariciones de personas firmantes del Acuerdo de Paz y excombatientes de las FARC.

Con esta realidad celebrar en Barranquilla la distinción World Peace & Liberty Award otorgada a la “democracia” colombiana por la Asociación Mundial de Juristas es una falta de respeto a la sociedad, a las víctimas y familiares de la guerra sucia, a los 30 años de la más reciente Constitución, la del 91 que se ha quedado en papel mojado, y a los 5 años del Acuerdo de Paz firmado entre el gobierno de Colombia y las FARC, debilitado por el incumplimiento de su contenido y las muertes violentas, aunque a pesar de todo el Acuerdo sí que ha salvado un buen puñado de vidas.

Vamos a más datos. Desde la firma del Acuerdo de Paz en noviembre de 2016 a noviembre de 2021 han sido asesinados 1.270 líderes, entre mujeres y hombres; también 299 personas asesinadas firmantes de dicho Acuerdo; se han registrado 179 masacres entre enero de 2020 y noviembre de 2021; las comunidades de 115 municipios han sido víctimas de estas agresiones y de violencia armada; y más de 500 organizaciones sociales han sufrido amenazas que impactan a por lo menos 4.000 líderes sociales.

Darse bombo como ejemplo de concordia, igualdad  y libertad es una salida de tono ridícula que calla de forma sistemática gran parte de la prensa colombiana, española e internacional.