La Isla de las Tetaciones
Como mamíferos que se creen de especie muy superior, los mamma politikós, sin embargo, se resisten por antonomasia a destetarse. Tienen pánico a encontrar otros medios de nutrición, por incapacidad para hacer otra cosa, simple flojera o por ambas y más razones.
Recurro a la etimología de la palabra ‘mamífero’, procedente del latín ‘mamma’ (teta) y de ‘fer’ (que produce), y al origen del vocablo ‘política’, del griego ‘politikós’ (de los ciudadanos), para intentar comprender y aproximarme, con las debidas medidas de bioseguridad, a ese desmedido interés de apoltronarse en el sillón del poder o intentar acceder a él cuando objetivamente no se está ni por asomo capacitado.
Pero más que la razón de la existencia de las palabras, la respuesta la encuentro en la antítesis del planteamiento aristotélico del ‘zonn politikón’. Los cimientos de la democracia, gobierno o poder del pueblo, del griego ‘dēmokratía’, hay que buscarlos en la Antigua Grecia. Participación ciudadana, organización del Estado, decisiones colectivas y respeto a las normas de la comunidad.
En Grecia también estaban los ‘idiotes’, aquellos que rehuían del interés por el bienestar común, los ignorantes individualistas que centraban la mirada en su ombligo y su vista no llegaba más allá de sus narices. Hagamos un recorrido fugaz por lo que pasa ahora mismo en la política española, en plena pandemia, y es para echarse a llorar. Muchos ‘idiotes’ y pocos políticos de verdad.
Los ‘idiotes’ eran como ciudadanos privados, carentes de cultura y desconocedores de las artes. Siglos después, la palabra fue derivando en el vocablo ‘idiota’, descrito por la RAE como tonto o corto de entendimiento.
El ‘zonn politikón’ de Aristóteles está desvirtuado. Ahora el hombre (político) no está definido como un animal social, sino como un ser capaz de lo que haga falta, venderse, corromperse, cambiarse de chaqueta de izquierda a derecha o viceversa, incluso sin hacer escala en el centro, un ‘mamma politikós’ que recurre a cualquier artimaña para asegurar su acople político per saecula saeculorum, un despreciable ser camaleónico proclive a cambiar de opinión o actitud por pura y dura conveniencia, no por convicción.
La “política” española es hoy un reality show con apenas debates de interés en las cortes generales, Congreso y Senado, convertidas en tarimas de mítines electorales cargados de insultos y escasos de propuestas, es decir, todo lo contrario por lo que cobran sus señorías.
Es tal la magnitud del espectáculo de despropósitos, que el show ha conseguido solapar los escándalos, no pocos, de la Casa Real. Se largó Pablo Iglesias de la vicepresidencia del Gobierno de España en busca, eso al menos parece, de la resurrección nacional de su partido de izquierdas, Unidas Podemos, intentando disputar a la derecha y a otro flanco de la izquierda la jefatura de la Comunidad de Madrid en las elecciones del 4 de mayo convocadas por su presidenta, Isabel Díaz Ayuzo. Estos comicios anticipados costarán a los ciudadanos la bicoca de 20 millones de euros, y en plena pandemia, ¡Toma ya!
El modus operandi trumpista del tuit se instaló para quedarse. Salió de inmediato un avance de la Isla de las Tetaciones con un trino, no de Isa Pi, la hija de la Pantoja, sino de Isa Ay, la candidata del PP: “comunismo o libertad”, escrito todo en mayúsculas. ¡Ayyy doña Isabel Ayuso!, se trajo usted de América la arenga trumpista de USA y uribista de Colombia de la implantación del ‘Castrochavismo’ en España, perdón, en Madrid.
Cuidado que está en serio peligro el IBEX 35, nada menos que las 35 empresas españolas con más liquidez que cotizan en bolsa que podrían ser nacionalizadas. Si ya cabrean las declaraciones vomitivas de los ‘idiotes’ políticos, a mi particularmente me cabrea aún más que nos traten como estúpidos e ignorantes.
Lo paradójico de este baile es que ahora la institución Estado está siendo llamada en todo el mundo, por los partidos de izquierda, de centro, de derecha y de derecha ultra, a salvar los muebles, ya que el mercado, absolutamente venerado, está visto que no ha podido contestar a las necesidades de una crisis de la dimensión global del covid-19. Si no hay capacidad, por favor, al menos una dosis de sensatez.