Dizque proezas
Un poquito de atención es suficiente para ver y escuchar la irrupción de imágenes y sonidos aparentemente fugaces y mensajes propagandísticos con toda la intención que nos pretenden convertir la realidad real en realidad virtual. En este baile participan los propios actores en connivencia con medios de comunicación que se prestan al juego porque a veces ellos son protagonistas y emisores también.
No sé a ustedes, estimados lectores, pero a mí me chirría, y bastante, sobre todo en la situación de pandemia, que nos quieran vender como hazañas y comportamientos valerosos, acciones solidarias o supuestas penurias de personajes públicos que ciudadanos de a pie realizan o padecen en su día a día.
Proeza no es ni mucho menos que el presidente del Partido Popular español coja una pala, pregunto: ¿por cuánto tiempo?, para que lo graben en vídeo, dizque quitando la nieve de la entrada de un centro sanitario de Madrid.
Proceder ejemplarizante, solidaridad y compromiso sí que representan los cientos de vecinos y vecinas autoorganizados en cuadrillas para liberar edificios, aceras y calles de nieve y hielo tras el paso de la borrasca Filomena, reforzando la acción incansable de los servicios de limpieza o el trabajo del ejército de profesionales y voluntarios de cuerpos de seguridad y emergencia, que así como atienden demandas y despliegan recursos en núcleos urbanos, también van a carreteras, montañas, pueblos recónditos o donde haga falta ir.
Por favor, lo que faltaba, que los medios transmitan, y en directo, que la plantilla millonaria del primer equipo del Real Madrid hace el “sacrificio” de quedarse anclada en un hotel de Pamplona, a todo dar, sin poder entrenar en su feudo y sin ver a sus familias por las inclemencias del tiempo durante tres eternos días. ¿Hacemos entonces el coro de pobreciiitos…?
Duro sí que es mendigar y dormir todos los días en la calle con frío o sin él o quedarse atrapado en un vehículo y en áreas de servicio hasta 74 horas sin poder moverse por el bloqueo que provocó la acumulación de nieve en gran parte de la red viaria, como lo padecieron en carne propia miles de camioneros. Ellos, como los del Real Madrid y como cualquier mortal, también tienen familia. Y qué decir de inmigrantes que por el alto coste de los desplazamientos en avión solo pueden viajar a ver a los suyos cada cinco o más años.
Pobreciiito también el rey emérito octogenario que vimos en una foto caminando por un pantalán de un puerto de Abu Dabi ayudado por dos escoltas. Tomen aire y no se cabreen, pero esta semana el Diario.es desvelaba que además de que el Estado costea la seguridad de Juan Carlos de Borbón, pues resulta que Patrimonio Nacional, organismo público que gestiona y conserva el patrimonio artístico e histórico del país, paga los sueldos y viajes del personal desplazado a Emiratos Árabes Unidos para asistirlo en su estancia indefinida y de refugio por los escándalos de su patrimonio y rentas. ¿Qué decimos a artistas y gestores que piden más inversión en cultura?
Pobre del rey, también nos quisieron vender, que no pudo viajar a pasar las fiestas navideñas en Madrid, teniendo que quedarse encarcelado entre lujos y torres en la capital de los Emiratos.
Mayor consideración deberíamos tener de los ancianos que viven en residencias de mayores, públicas, privadas o concertadas, que están bajo la amenaza permanente del covid-19. Según datos oficiales, más de 25.500 ancianos alojados en esas residencias han muerto por la pandemia, es decir, casi el 50 por ciento de la totalidad de fallecimientos por coronavirus registrados en España.
Por otra parte, en un hecho más superfluo pero que nos da una idea de la dimensión de nuestras preocupaciones, famosillos se vanaglorian del uso obligado del metro por no poder circular en taxi o en vehículos particulares a causa de la nieve. Su mayúsculo acto de abnegación es idéntico al “holocausto” diario de millones de trabajadores que utilizan el transporte público. ¿Los aplaudimos por untarse de pueblo?
Son apenas cuatro ejemplos de hechos que nos envuelven en un contexto de misericordia cuando la realidad real sí que es penosa y llena de sufrimiento. Vayan con sus milongas a otra parte y más respeto que, con la que está cayendo, no estamos para estupideces ni tonterías.