Conoce, siente e intégrate
Es lo que traslado en debates privados o cuando he sido invitado a foros públicos sobre inmigración, y lo digo no solo por mi experiencia de calle desde que aterricé en Canarias hace veinte años y medio, sino porque creo que juegues en casa o de visita es tan reconfortante como enriquecedor escuchar y aprender de gente cuya experiencia de vida no tiene nada que ver con la tuya, sea por cultura, costumbres, idioma, localización geográfica o cualquier circunstancia. Eso te ayuda a sentir, y sentir es querer.
Acabo de aprender más gracias a dos maestros viejillos de la escuela de la vida que entrevisté para unos vídeos producidos para la presentación en el municipio de Yaiza de la segunda Copa Vela Latina del Sur, vídeos que entran a formar parte del archivo audiovisual de este deporte autóctono de raíces marineras.
Resulta que los pescadores del sur de Lanzarote terminaban su duro día de faena en pequeñas embarcaciones, y en vez de volver navegando tranquilamente hasta la playa del pueblo de Playa Blanca, lo hacían desafiándose en una regata improvisada para ver quién regresaba primero a la costa, sin saber que esa competencia de orgullo sentaría las bases de un deporte que en Canarias se resiste a morir.
No es que Dolores Cabrera, propietaria del ‘Bernasan’, uno de esos barquillos de vela latina de 5 metros de eslora, y Benigno Caraballo, marinero, me hayan enseñado los entresijos de un deporte del que me queda muchísimo por descubrir, yo diría que todo por descubrir, sino que sus testimonios de vida fuera y delante de cámara me ayudan a entender el profundo significado de esta tradición y su temor a que el paso de los años sentencie su desaparición.
Ahora hay viento a favor de vida, porque desde el año pasado la Copa del Sur aviva la ilusión después de dos décadas sin competición oficial en Yaiza. Las sonrisas y recuerdos de Dolores y de Benigno, y sus más que visibles emociones, son compartidas por gente del pueblo de toda la vida y nuevas generaciones de regatistas que vuelven a sentirse protagonistas en casa rememorando vivencias ancestrales.
De Benigno, que lo veo recorrer el paseo marítimo por la tarde tomando el pulso a la calle, me llamó especialmente la convicción de su pregón: “la vela latina no se puede perder”. No es una reivindicación puramente romántica, sus palabras cobran mucho mayor valor en el sentido más social e integrador del deporte. “Antes estaba uno ahí, y nos poníamos todos en la esquina a hablar todo el pueblo, todos los amigos, todos los marineros, y ahora se pasa el mes y no ve uno conocidos”. En tres líneas lo dijo todo y no hace falta hacer mayor comentario.
Dolores, muy emocionada al recordar a su marido Bernabé Santana e inmensamente feliz porque uno de sus nietos hereda el nombre de su abuelo y sobre todo el gusto por la vela latina, centra su atención en la necesidad de unir esfuerzos para preservar la historia. Su familia acaba de invertir en la construcción del nuevo ‘Bernasan’ con la ilusión de estrenar el barquillo en la Copa del Sur que inicia en mayo.
“A mi me quedó esa cosita y dije: entre mis hijos y yo vamos a comprar un barco para que no se pierdan las tradiciones del pueblo, es un pueblo marinero”. El deporte es motivo de convivencia, y como es el caso, patrimonio inmaterial de un pueblo bello que lo vive, siente y está comprometido con su conservación.