Como el culito del Niño Jesús
Limpito, limpito, así sale Juan Carlos I con el archivo por parte de la Fiscalía de las tres investigaciones que pesaban sobre el rey emérito abiertas a partir de la supuesta comisión de 100 millones de dólares recibida de Arabia Saudí por el contrato de construcción de una línea de tren de alta velocidad entre Medina y La Meca, adjudicado a un consorcio de empresas españolas en 2011, aunque la Fiscalía deja en sus escritos un manto de dudas sobre las actuaciones del padre de Felipe VI, que salva su pellejo, en parte, por delitos prescritos y regularizar ante Hacienda rentas no declaradas durante varios ejercicios fiscales, un reconocimiento explícito de su fraude. Claro, una cosa es quedar fuera de la mirada de la Justicia, de momento, y otra su comportamiento ético que deja mucho que desear.
La noticia estalló en medio del boom mediático del conflicto Rusia - Ucrania y la pantomima de reconciliación nacional del PP, casualidad o no, pero evidentemente la mayor atención sigue concentrada en la guerra, y aunque relevante, la salvada del emérito ya es periódico de ayer.
No me voy a extender mucho más sobre este asunto porque expresé de forma clara y directa mi postura en la columna escrita en agosto de 2020 que titulé ‘Juan Carlos, ¿por qué no hablas?’. Lo que sí quiero decir es que me parece incongruente que por esa época los “valientes” grupos parlamentarios del PSOE, PP y Vox, las fuerzas políticas con mayor representación en el Congreso de los Diputados, rechazaran en la Mesa de la Cámara la conformación de una comisión de investigación para tratar la acción del emérito propuesta por otros partidos y que ahora el Gobierno de Pedro Sánchez, o por lo menos una parte de él, salga a pedir explicaciones públicas a Juan Carlos I sobre los hechos justo después del archivo de la Fiscalía.
Limpitos, limpitos también pretenden salir indemnes medios de comunicación nacionales e internacionales que alientan el sectarismo y alimentan la guerra de la desinformación sobre el conflicto. La guerra es guerra a todos los niveles, en el campo de batalla, en inteligencia y en recursos tecnológicos, pero también en las teles, en las radios, en los periódicos y en las redes sociales, con tratamientos informativos que rayan en el show y lo escandalosamente irracional, como la guerra misma, como cualquier guerra que destruye y autodestruye.
Cuando Rusia admitió sus primeras 500 bajas humanas en combate, Ucrania replicó que eran 9.000 los soldados rusos muertos, es solo un ejemplo de las contradicciones informativas y de la estrategia de propaganda de ambos bandos. En occidente, salvo contadas excepciones, la prensa está del lado ucraniano, es decir, de USA y la OTAN, sin mayor discernimiento sobre la actualidad, ni mucho menos de los antecedentes históricos cercanos.
Ante la avalancha incontenible de fake news, la Red Ética de la Fundación Gabo (Gabriel García Márquez), que promueve el ejercicio del periodismo con rigor e innovación, publica en su web un listado de fuentes para acceder a información verificada sobre el conflicto ruso - ucraniano, herramienta útil al periodismo y a la opinión pública en general. Esta misma organización propone además una encuesta rápida enseñando imágenes y textos publicados sobre la guerra en distintos medios de comunicación y redes sociales para conocer la opinión de los internautas sobre si esos contenidos se ajustan a la realidad o por el contrario son falsos.
En una de esas imágenes se puede ver a decenas de paracaidistas a punto de desembarcar supuestamente en Ucrania y resulta que se trata de imágenes de 2016 de ejercicios militares de las tropas de Putin en territorio ruso. El supuesto asalto de los paracaidistas se viralizó nada más comenzar la guerra e importantes medios europeos alcanzaron a difundir el vídeo. Intencionado o producto de la inmediatez, este tipo de divulgaciones, con o sin control, ayudan a la maquinaria mediática del bando que las hace circular.
En un escenario así es complicado confiar en informaciones independientes sobre la guerra. Soy de la opinión de que todo lo que se publique o nos traten de vender sobre el conflicto hay que cogerlo con pinzas. Mucho de lo que estoy viendo en los noticieros españoles de televisión es bochornoso, no hay el mínimo esfuerzo o intención de poner las versiones de ambos bandos, lección de parvulario de periodismo, sus emisiones están totalmente dirigidas a señalar e instalar la idea de un mundo de buenos y malos, así, varios amigos me trasladan que han optado por ver lo mínimo en la pantalla chica y decantarse por la lectura de distintas fuentes dentro y fuera del país.
Los medios de comunicación no deberían ser usuarios de redes sociales que publican lo primero que se les ocurre sin contrastar, se supone que existe una responsabilidad social que les invita a la investigación y verificación de los acontecimientos. Es más, el hecho de ser corresponsal entraña mayor responsabilidad informativa y debería generar mayor confianza entre los espectadores, pero no está siendo así.
Me encantó la crítica mordaz del humorista sudafricano Trevor Noah en un programa de tele estadounidense sobre el tratamiento que dan medios occidentales a la crisis de refugiados que provoca esta guerra. “Creen que es más dramático cuando los blancos tienen que dejar sus países”, espetó después de poner las imágenes de un reportero que sin ruborizarse dice en una de sus conexiones desde Ucrania: “esto no es un lugar, con el debido respeto, como Irak o Afganistán, esto es relativamente civilizado…”.
Y para rematar semejante exabrupto avisa que es un tema delicado en el que sabía que tenía que escoger muy bien sus palabras para trasladar el mensaje, a lo que Noah respondió: “si esa es su versión cuidadosa…” Las ínfulas de superioridad y el desprecio a pueblos de otras latitudes ni aporta nada ni ayuda a la convivencia.
La periodista Sarah Jones recordaba en el New York Magazine que “la xenofobia no es la respuesta y las personas son distintas de los gobiernos”, para separar la existencia humana y la vida de la guerra ideológica, y es que en USA ya hubo una propuesta chocante de un representante a la Cámara de echar a los estudiantes rusos del país.