Los majoreros retan a los políticos a frenar a los ‘gigantes’ de los molinos
“He sabido que pronto van a venir de afuera técnicos de alambrar los horizontes”, recitaba allá por 1982 Pedro Lezcano en su poema ‘La maleta’. Cuarenta años después, las narrativas de la historia se repiten, esta vez, disfrazadas de energía verde. Fuerteventura se enfrenta de nuevo a una lucha de ‘David contra Goliat’; las multinacionales energéticas han puesto su punto de mira en las áridas tierras majoreras, que podrían convertirse en la isla del terror de aquel Hidalgo de La Mancha, apodado Don Quijote.
El pasado sábado 5 de junio se celebró una concentración para reivindicar la paralización cautelar inmediata del despliegue de aerogeneradores y placas fotovoltaicas en la isla al grito de ‘Fuerteventura no se vende, se defiende’. Fue una protesta convocada por la unión de diferentes colectivos como Agonane y Guanil, Ecologistas en Acción / Ben Majec, Asamblea por Fuerteventura, Coordinadora Montaña Tindaya, SOS Malpey, Plataforma Salvar El Cotillo, SOS Fuerteventura, Fuerteventura Sostenible y la Asociación de Vecinos El Time. Consiguieron congregar a más de un millar de personas a las 12 del mediodía en torno a la Plaza de la Iglesia de Puerto del Rosario; un millar de personas cargadas con mensajes que giraban en torno a una idea sintetizada en otra frase: ‘Renovables sí, pero con planificación’. El grito seguía resonando en la resaca del domingo, pero el comienzo de la semana y la rutina pueden ensombrecer los hechos si no se recuerdan.
La pasión de los majoreros y majoreras, y de toda persona que ya han hecho suya esta tierra, se quiebra al imaginarse parajes desiertos rotos por el sonido de las aspas. Sin embargo, la razón también parece estar de su lado. Desde el púlpito, que se erigía para desarrollar los discursos, se presentaron distintos argumentos por los que no era recomendable la instalación de estos artefactos, como, por ejemplo, la peligrosidad que representa para animales endémicos en peligro de extinción, como el Guirre o la Hubara.
En Canarias no existe un plan para la aplicación de la Ley de Cambio Climático y Transición Ecológica, ni tampoco un plan estratégico para la introducción de las energías renovables; no existe una hoja de ruta que regule y valore los beneficios y perjuicios que puede tener la implantación de esta industria energética en las Islas, más aún si se tiene en cuenta que se han declarado como Bien de Interés General, lo que permite, incluso, la expropiación de terrenos a sus legítimos dueños en pro de las multinacionales y los parques eólicos si tuvieran a bien elegir esa parcela. Los vecinos de El Time en Fuerteventura ya se han enfrentado a estos gigantes, ¿o molinos?
En el caso de la isla majorera, son casi 30 años por los que se ha esperado para que se desarrolle un Plan Energético, pero, además, la realidad es que Fuerteventura está a la espera de que se redacte y apruebe el Plan Insular de Ordenación del Territorio (PIOF), sin el cual no existe marco jurídico que impida la proliferación de parques de aerogeneradores, ya declarados como bien público. Es, en este aspecto, responsabilidad del Cabildo insular crear un plan que regule, y, sobre todo, proteja, el territorio insular de los intereses que venden progreso sin contar con la población de la isla y que ponen en jaque al principal sector económico de la isla, el turismo. Por otro lado, es deber del Gobierno de Canarias establecer una suspensión cautelar de los expedientes que se encuentren en curso. Y es responsabilidad de los siete diputados majoreros, corresponder a la confianza del pueblo de Fuerteventura y exigir conjuntamente en el Parlamento de Canarias la aprobación de una moratoria energética, en tanto que el Cabildo desarrolla el ansiado Plan de Ordenación.
Es esencial para el pueblo de Fuerteventura la colaboración entre las administraciones, un trabajo conjunto para generar un marco jurídico a partir del cual se apruebe una Ley de Cambio Climático y un Plan Estratégico Energético que no impida al pueblo tener miedo a declarar el ‘Sí’ rotundo a las renovables, con la certeza de que, esta vez, se hará conforme a la búsqueda del progreso de la isla y la mejora de la calidad de vida y beneficio de su gente. Un “sí” que se enarbole igual de alto que en las protestas sucedidas entre 2011 y 2015, cuando Repsol había anclado sus ojos a pocos kilómetros de las costas de Fuerteventura y Lanzarote para establecer una base petrolífera entre las islas y la costa africana. Ese momento en el que Goliat tampoco ganó, gracias a la constante acción y unión de los canarios y de los agentes sociales como Greenpeace y asociaciones ecologistas y activistas de la población de todo el territorio nacional. Por ello, la solución nace y muere en la conciencia de la sociedad majorera a quien se le ha hecho un llamamiento a proteger su hogar, su isla y sus puestos de trabajo. Que nadie coja ‘La maleta’.